Prudencia farmacológica
La investigación detecta riesgos de efectos adversos en medicamentos destinados a combatir la obesidad
El comité de seguridad de la Agencia Europea de Medicamentos ha activado una alerta sobre los posibles riesgos de un grupo de fármacos conocidos como agonistas de los receptores GLP1, que están indicados inicialmente para el tratamiento de la diabetes tipo 2, la del adulto, pero también se utilizan de forma creciente para tratar la obesidad. La agencia europea está revisando los datos disponibles en la red de far...
El comité de seguridad de la Agencia Europea de Medicamentos ha activado una alerta sobre los posibles riesgos de un grupo de fármacos conocidos como agonistas de los receptores GLP1, que están indicados inicialmente para el tratamiento de la diabetes tipo 2, la del adulto, pero también se utilizan de forma creciente para tratar la obesidad. La agencia europea está revisando los datos disponibles en la red de farmacovigilancia después de que la agencia islandesa notificara casos de pensamientos suicidas y deseos de autolesión en personas que los tomaban. La investigación se centra en los fármacos Ozempic (semaglutida), Saxenda (liraglutida) y Novo Wegovy (semaglutida), y de momento las autoridades europeas están analizando unos 150 informes de efectos adversos. La revisión se inició el 3 de julio y se espera que concluya en noviembre próximo.
Aunque este tipo de alertas son frecuentes, toda prudencia es poca. Saxenda y Novo Wegovy están autorizados para el control de peso en personas obesas con al menos un problema de salud relacionado con el peso, y los toman más de 20 millones de personas. En el caso de Novo Wegovy ya habían saltado las alarmas en EE UU, donde se usa mucho. Ozempic está autorizado para tratar la diabetes del adulto cuando los niveles de azúcar en sangre no pueden controlarse con dieta y ejercicio físico, y también se utiliza para controlar el peso, aunque su eficacia es menor.
Hasta ahora, todas las líneas de investigación de tratamientos farmacológicos contra la obesidad habían fracasado. Se investigaron en primera instancia para el control de la diabetes, pero también demostraron cierta eficacia en la reducción del peso. Dado que la obesidad se está convirtiendo en uno de los mayores problemas de salud, es previsible que en un futuro inmediato su uso se extienda de forma exponencial. Cuando las autoridades sanitarias aprueban un fármaco, lo hacen con notables garantías de seguridad. Los ensayos clínicos incluyen pruebas de eficacia, pero también de seguridad. El número de pacientes involucrados en los ensayos clínicos es elevado, pero si los efectos adversos son muy poco frecuentes, es posible que no se detecten. Para eso está precisamente la red de farmacovigilancia, a la que se notifican esos posibles efectos una vez iniciada la comercialización e iniciada su prescripción a un número elevado de pacientes.
El principio de precaución está más que justificado. Si se demostrara que estos medicamentos causan ideas suicidas o deseos de autolesión, aunque fuera en un porcentaje pequeño, además de advertirlo en el prospecto habría que analizar en cada caso si el beneficio de tomarlos compensa el riesgo. Ante un problema de salud como es la diabetes, que causa un deterioro orgánico de graves consecuencias a largo plazo, es probable que el balance fuera positivo, pero sería mucho más dudoso en el caso de la obesidad.