Mal cara a cara

Un debate embarrado entre Sánchez y Feijóo sustrae a la ciudadanía las propuestas de gobierno de los dos candidatos

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en los momentos previos al debate, el lunes.JUAN MEDINA (REUTERS)

El debate televisado este lunes entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo debía responder a algunas preguntas básicas. ¿Resultaría convincente Pedro Sánchez al explicar los errores que han castigado su expectativa de voto? ¿Conseguiría expresar por qué la buena gestión económica y de protección social de su Gobierno en estos años debe continuar para consolidarse? Y para Feijóo: ¿despejaría la duda sobre qué parte del programa ultra e in...

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El debate televisado este lunes entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo debía responder a algunas preguntas básicas. ¿Resultaría convincente Pedro Sánchez al explicar los errores que han castigado su expectativa de voto? ¿Conseguiría expresar por qué la buena gestión económica y de protección social de su Gobierno en estos años debe continuar para consolidarse? Y para Feijóo: ¿despejaría la duda sobre qué parte del programa ultra e inconstitucional de Vox no está dispuesto a aceptar para gobernar con ellos? ¿Concretaría qué propuestas tiene para los españoles además de la retórica caja vacía de derogar el sanchismo? Y sobre el proyecto europeo el gran debate en todo el continente en este momento es: ¿cuáles son los riesgos de compartir Gobierno con un partido abiertamente hostil a la cesión de parte de la soberanía a la Unión Europea, condición imprescindible para la pertenencia al club?

Lo que vimos anoche fue un mal debate que no respondió a ninguna de las preguntas esenciales y que dejó a los ciudadanos indefensos ante una lluvia de datos que describían dos realidades radicalmente distintas y totalmente objetivables pero que ninguna verificación aclaró en directo en la era de la comunicación instantánea. Sánchez perdió su oportunidad en el primer bloque, el de la economía, cuando lejos de sacar ventaja de los excelentes datos que puede presentar a lo largo de la legislatura, perdió la iniciativa, incapaz de rebatir con argumentos el dibujo catastrofista que Feijóo ofreció con eficacia. A partir de ahí, un Sánchez crecientemente a la defensiva se conformó con un pugilato televisivo en lugar de buscar la confrontación de ideas y modelos de gestión del país ante un Feijóo encaramado en la seguridad de su primera posición en las encuestas (junto al comodín de ETA). El debate siguió entre el estruendo de las interrupciones repitiendo ambos el argumentario ya conocido durante toda la precampaña sin encontrar el oxígeno de alta política que formulase propuestas específicas y definidas sobre las cuestiones que están en juego en unas elecciones y en un momento decisivo para la historia de Europa como es este. Sobre la guerra de Ucrania y sus consecuencias se pasó de puntillas sin trasladar a los ciudadanos la trascendencia de sus efectos en todos los órdenes de nuestra vida cotidiana. Pero las grandes ausentes de la noche fueron, sin duda, la política energética y la emergencia climática, en las que de nuevo Sánchez podía exhibir un compromiso de alcance europeo y ambicioso que apenas compareció en sus intervenciones, y mucho menos en las de Feijóo, que comparte gobiernos autonómicos y municipales con negacionistas climáticos. El líder popular demostró su habilidad de nuevo para eludir directamente la cuestión clave de si gobernará con un partido que desborda la Constitución como Vox y al que calificó de constitucionalista.

La incomparecencia de la Junta Electoral Central y la increíble dejación de funciones negociadoras de los socialistas han permitido que el de anoche fuera, por decisión de Feijóo, el único debate cara a cara entre los dos aspirantes con más posibilidades de presidir el próximo Gobierno de España. También por decisión de Feijóo, se celebró en una televisión privada sin que los medios de titularidad pública dispusieran de la señal para ofrecerlo a los ciudadanos que los sostienen con sus impuestos. Eso equivale a la privatización de un acontecimiento de indudable interés público. Más claro que cualquier programa electoral.

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