Rusos contra rusos

La rebelión del jefe de las milicias privadas Wagner desafía a Putin y abre un escenario impredecible en Rusia

El jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin, anuncia una ofensiva contra Moscú desde un cuartel en Rostov, el sábado por la mañana.HANDOUT (AFP)

Una sorpresiva intervención en la tarde de ayer atribuida al presidente de Bielorrusia y aliado de Putin, Aleksandr Lukashenko, logró paralizar lo que hubiese podido desembocar en una guerra civil entre facciones militares rusas tras el motín anunciado por el jefe del grupo Wagner, Yevgueny Prigozhin, contra el ejército regular ruso a las órdenes del jefe de Estado Mayor, Valery Gerasimov, y el ministro de Def...

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Una sorpresiva intervención en la tarde de ayer atribuida al presidente de Bielorrusia y aliado de Putin, Aleksandr Lukashenko, logró paralizar lo que hubiese podido desembocar en una guerra civil entre facciones militares rusas tras el motín anunciado por el jefe del grupo Wagner, Yevgueny Prigozhin, contra el ejército regular ruso a las órdenes del jefe de Estado Mayor, Valery Gerasimov, y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú. La invasión rusa de Ucrania vivió ayer un inesperado giro que pudo conducir a un choque irreversible entre militares rusos, después neutralizado, si creemos la versión del líder de Wagner y del Kremlin, por la mediación de Lukashenko tras conversar con Putin y Prigozhin con el fin de impedir “una matanza sangrienta en territorio ruso”. Las divergencias entre el comandante del ejército privado y los mandos militares del Gobierno, aireadas en forma de crecientes amenazas por parte de Prigozhin en los últimos meses, acabaron derivando primero en un motín militar anunciado en Telegram y después, en muy pocas horas, en lo que llegó a ser un enfrentamiento armado que desafiaba directamente a la cúpula del poder y a Vladímir Putin.

Prigozhin había anunciado que quería la destitución de Shoigú y Guerasimov, a los que consideraba responsables de las derrotas sufridas hasta ahora por Rusia y promotores de la corrupción que corroe al ejército. La última de sus airadas quejas —tras sucesivas denuncias de negarle el Kremlin el armamento y la munición necesarios— atribuye al Ministerio de Defensa ruso un bombardeo sobre el campamento de los mercenarios con muchas víctimas. La respuesta fulminante del jefe de Wagner (que desmentía expresamente que se tratase de un golpe de Estado) fue emprender la marcha de sus tropas sobre Moscú en demanda de justicia y con el fin explícito de “frenar el mal” que anida en el alto mando militar. El peligro del choque era tan real que el alcalde de la capital llegó a paralizar la actividad laboral de mañana lunes en la ciudad y pidió a la población que permaneciese en sus casas ante una situación “difícil”, del mismo modo que la región de Kaluga, a menos de 200 kilómetros de Moscú, impuso también restricciones a la movilidad.

Al amotinamiento le siguieron escaramuzas entre ambos ejércitos, el gubernamental y el privado, derribos de aeronaves y bombardeo de depósitos de gasolina, en un rumbo que podría conducir de forma imparable hacia la guerra civil y la impugnación de la autoridad de Putin. El énfasis en las formas y en el fondo de su discurso televisado a la población rusa a las 10 de la mañana de ayer transparentaba la gravedad de la situación mientras acusaba de “traición” a quien ha sido hasta ahora su aliado incuestionable en el ataque contra Ucrania. La contratación privada de las milicias —o la privatización misma de la guerra— no es nueva en la historia de Occidente, pero es ahora el Kremlin quien se halla expuesto a sus flaquezas.

Cuando aún no era pública la mediación de Lukashensko, la inmensa mayoría del establishment político ruso cerraba filas alrededor del Kremlin, pero no era evidente que sucediese lo mismo en las fuerzas armadas y policiales, donde Prigozhin cuenta con cierto ascendente. En Kiev, en cambio, el choque entre los ejércitos rusos levantó los ánimos, en el momento en que parecía estancada la contraofensiva oriental. El principal asesor del presidente Volodímir Zelenski, Mijailo Podoliak, no desaprovechó la ocasión para subrayar la desunión de las élites rusas y dejaba una frase que podría ser profética: “Todo acaba de comenzar en Rusia”. Es verdad que difícilmente Ucrania encontrará una mejor oportunidad para obtener una ventaja sustancial en su ofensiva para recuperar Crimea y el Donbás que las escaramuzas dentro del propio bando ruso. A la oposición democrática de Bielorrusia se le abría también una oportunidad para echar al dictador Aleksander Lukashenko, que se cerraba a media tarde con su papel pacificador entre los dos bandos, lo que refuerza de hecho su papel de cooperador necesario en la agresión de Putin contra Ucrania. E incluso con Rusia: tal como han expresado distintos miembros de la oposición democrática, el motín militar, pese a haber sido neutralizado a estas horas, es un fuerte revés para el poder autocrático de Putin y debilita su imagen ante la opinión pública de su país. Tampoco es posible descartar todavía que la rebeldía armada de Prigozhin buscase generar una crisis de poder que condujese a una cruenta guerra civil o a la sustitución de Putin por un autócrata todavía más duro. Prigozhin, expresidiario, empresario de restauración corrupto y contratista de ejércitos privados durante años muy próximo a Putin, responde perfectamente a ese perfil.

Los ejércitos de Wagner, que habían soportado el mayor peso de los combates en la población ucrania de Bajmut, llegaron a tomar ayer en muy pocas horas y sin resistencia las ciudades rusas de Rostov, donde se halla el cuartel general más próximo al frente ucranio, y de Voronezh, a 500 kilómetros camino de Moscú. La suspensión anunciada de la marcha de los rebeldes sobre la capital por parte de Prigozhin devuelve al punto de partida las tensiones vividas entre las dos facciones militares rusas, pero constituye también un aviso sobre la autonomía de funcionamiento del grupo Wagner. Los términos del acuerdo que puso fin a la rebelión han evitado un enfrentamiento militar que no se daría ya entre rusos invasores y ucranios resistentes, sino entre compatriotas rusos. La farsa de la operación especial técnico-militar para desmilitarizar y desnazificar Ucrania, tal como la anunció Putin en febrero de 2022, ha quedado en todo caso más debilitada todavía, e incluso denunciada por Prigozhin, que había participado en ella. Sea como sea, Putin se ha visto obligado por la fuerza de la amenaza de una marcha militar a buscar un acuerdo pacificador ante quien teóricamente es su principal y más eficaz instrumento de agresión contra Ucrania. De momento, las tropas Wagner anunciaron a última de ayer el regreso a sus bases, hasta nueva orden.

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