Editorial

Azul oscuro en Andalucía

El PP traslada a los municipios su poder en la Junta y deja al socialismo noqueado pese al aumento de votantes

El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Ramón Moreno Bonilla, y el candidato del PP a la alcaldía de Sevilla, José Luis Sanz, celebran la victoria de su formación en las elecciones municipales.Alejandro Ruesga

La noche electoral del pasado domingo deja en Andalucía un panorama especialmente debilitado para el PSOE. La comunidad más poblada de España, que fue su gran caladero de votos y principal fuente de poder municipal y autonómico, continúa girando hacia la derecha sin elementos que permitan intuir un freno a esta tendencia. Once meses después de que Juan Manuel Moreno Bonilla llevase para el PP la mayoría absoluta al Parlamento andaluz y se hiciese con la pre...

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La noche electoral del pasado domingo deja en Andalucía un panorama especialmente debilitado para el PSOE. La comunidad más poblada de España, que fue su gran caladero de votos y principal fuente de poder municipal y autonómico, continúa girando hacia la derecha sin elementos que permitan intuir un freno a esta tendencia. Once meses después de que Juan Manuel Moreno Bonilla llevase para el PP la mayoría absoluta al Parlamento andaluz y se hiciese con la presidencia de la Junta con las manos libres, el PP logró el domingo ser el más votado en siete de las ocho capitales de provincia. En cinco de ellas (Málaga, Almería, Cádiz, Córdoba y Granada), por mayoría absoluta. Arrebata también al PSOE Sevilla, una ciudad especialmente simbólica, y Huelva, donde no ha tenido efecto electoral la agresión legislativa de la Junta para regularizar regadíos ilegales que dañan la sostenibilidad de Doñana. En Jaén, la mayoría depende de una agrupación local. En una comunidad donde las diputaciones tienen especial peso político, el PSOE solo conserva dos de las seis que tenía, Sevilla y Jaén. En el conjunto de la comunidad, el PP supera en casi cinco puntos al PSOE, cuando en las municipales de hace cuatro años, con la imagen del partido ya muy desgastada por la corrupción en el nivel autonómico, el PSOE sacó 10 puntos al PP.

El cambio político iniciado con la mayoría absoluta de Moreno Bonilla el pasado junio rompió una barrera por la que se van normalizando los gobiernos de derecha en una comunidad donde el PSOE dominó durante cuatro décadas. La comunidad que mayoritariamente parecía tener una resistencia cultural a votar a la derecha ya ha normalizado la alternancia, el voto de inercia a favor de la izquierda ha desaparecido y el poder de los conservadores empieza a ampliarse en el nivel local. Esto afecta a las previsiones para las generales del 23-J. Andalucía elige 61 diputados del Congreso, de los que hoy el PSOE tiene 25, por 15 del PP, 12 de Vox, 6 de IU y 3 de Ciudadanos. El suelo de diputados del PSOE es 20.

Se abre ahora en la derecha andaluza un momento de euforia, pero también bajo un escenario complicado. El PP ha crecido sobre la imagen de la moderación de Moreno Bonilla, pero la necesidad de pactos con Vox en determinados lugares amenaza ese eje argumental. Lo sucedido en Doñana puede ser apenas un aperitivo de la acción de gobierno de PP y Vox.

En el lado socialista, la convocatoria inmediata de elecciones generales ha frenado cualquier intento de autocrítica. Los socialistas andaluces se disponen así a enfrentar una tercera campaña electoral en declive en apenas un año, sin poder rearmarse. Es cierto que el partido ha sacado 1,3 millones de votos, que solo son 130.000 menos que en las municipales de 2019, y medio millón más que los 800.000 obtenidos de las autonómicas. Pero es arriesgado interpretarlo como un suelo de resistencia. El secretario general, Juan Espadas, achacó los resultados al éxito del PP en presentar la campaña como un referéndum nacional sobre Pedro Sánchez. Y también a la división a la izquierda del PSOE, donde se han perdido votos preciosos por la incapacidad para pactar listas conjuntas. Pero el análisis de la derrota que hace el PSOE andaluz es demasiado superficial para explicar su caída y no ha hecho una verdadera introspección de su progresiva pérdida de credibilidad desde la derrota de hace 11 años, cuando el PP ganó, pero no pudo gobernar. Tampoco la sucesión de la vieja guardia, manchada por la corrupción, está resuelta y una parte del voto histórico socialista se ha ido al PP, al menos al de Moreno Bonilla en solitario.


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