Todo eso vi

A lo largo de muchas semanas, durante una época irreal en un sitio indeterminado de la Costa Brava, todo eso fue mío

Un jardín junto a un acantilado en la Costa Brava.Artur Debat (Getty Images)

Vi piedras cubiertas por el susurro onírico del musgo y de las algas. Vi las agujas opacas de los pinos volverse doradas con la luz del amanecer. Vi el mar como una placa de metal bruñido. Vi las rocas mecidas por olas tranquilas o aguantando el embate de remolinos violentos. Vi encinas lastimadas, amapolas sangrientas como ampollas, pastizales dulces. Vi volverse rubios los campos de trigo. Vi llegar las tormentas. Vi la línea del horizonte marcando un límite o una opinión: “Es hasta acá”. Vi la lluvia golpear los cristales de puertas y ventanas antiguas. Vi la niebla. Vi inflexibles muros an...

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Vi piedras cubiertas por el susurro onírico del musgo y de las algas. Vi las agujas opacas de los pinos volverse doradas con la luz del amanecer. Vi el mar como una placa de metal bruñido. Vi las rocas mecidas por olas tranquilas o aguantando el embate de remolinos violentos. Vi encinas lastimadas, amapolas sangrientas como ampollas, pastizales dulces. Vi volverse rubios los campos de trigo. Vi llegar las tormentas. Vi la línea del horizonte marcando un límite o una opinión: “Es hasta acá”. Vi la lluvia golpear los cristales de puertas y ventanas antiguas. Vi la niebla. Vi inflexibles muros antiguos volverse jóvenes e inocentes al atardecer. Vi el atardecer. Vi el vértigo de las piedras cayendo a pico en las fauces de acantilados transparentes. Vi la arena reverberar como polen y deshacerse en calas de cristal. Vi a un pájaro atrapar un insecto en pleno vuelo. Vi murciélagos, vi escarabajos, vi el estremecimiento eléctrico de los abejorros. Vi gaviotas de línea fina. Vi perros plateados. Vi nubes de presagio. Vi un hogar a leña crepitando de noche. Vi casas pintadas de un blanco honesto y generoso. Vi el peso del sol y el peso de la luna. Vi los campos saqueados por vientos vandálicos. Vi caminos de grava internarse entre árboles espinosos con ramas como uñas malas. Vi senderos que se sumergían en la penumbra y después flotaban en una luminiscencia acuática. Vi fardos esparcidos por el campo como bestias pacientes. Vi el amarillo festivo de la colza. Vi barcos surcando el mar y vi la cicatriz de sus estelas. Vi el cielo azul como un lienzo terso. Vi la luz líquida del aire. Vi minúsculas partículas del polvo en suspensión. A lo largo de muchas semanas, durante una época irreal en un sitio indeterminado de la Costa Brava, todo eso fue mío. Después, me fui. ¿Qué queda ahora? Todo. En principio, cosechar esa siembra.

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