Madrid, la nueva Miami

Ayuso es el estornino negro con pinta de colibrí que esconde los intereses económicos de una élite empresarial bajo ideales liberales

Varios simpatizantes del Partido Popular celebran los resultados en las elecciones, este domingo frente a la sede del partido en Madrid.Eduardo Parra (Europa Press)

En Madrid las derechas no arrasan, lo hace Isabel Díaz Ayuso al comerse de un bocado a Ciudadanos y darle un buen mordisco a Vox. Segundo: esto no se explica por un proceso natural propulsado por el carácter facha del madrileño. Acabemos de una vez con ese mito. Lo que ocurre en Madrid es fruto de una acción política eficaz contra unas izquierdas que, queriendo presentarse como alternativa, parecen más bien bloqueadas por su incapacidad para crea...

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En Madrid las derechas no arrasan, lo hace Isabel Díaz Ayuso al comerse de un bocado a Ciudadanos y darle un buen mordisco a Vox. Segundo: esto no se explica por un proceso natural propulsado por el carácter facha del madrileño. Acabemos de una vez con ese mito. Lo que ocurre en Madrid es fruto de una acción política eficaz contra unas izquierdas que, queriendo presentarse como alternativa, parecen más bien bloqueadas por su incapacidad para crearla. Tercero: por mucho que se empeñe en cerrar la campaña autonómica abriendo las generales, Ayuso es made in Madrid. La lectura nacional de la política madrileña es una tradición de nuestro país que no solo ha alimentado Ayuso, por cierto. Son ya 30 intensos años de régimen popular con linaje y estirpe. Feijóo se ha involucrado mucho en estas elecciones y claramente sale fortalecido. Es urgente desmitificar a Ayuso como la Juana de Arco nacional: su habilidad comunicativa es específicamente madrileña y la utiliza hábilmente para sacar réditos presentándose como azote del Gobierno en un momento en el que el viento le viene de cara. Ahí acaba su milagro.

Madrid no vota como una capital europea porque se comporta electoralmente como una capital latinoamericana. “Madrid es la nueva Miami”, decía el corresponsal del Financial Times, Simon Kuper. Pero esto no se debe a la aspiración ayusista de atraer a toda la reacción latinoamericana gracias a exenciones fiscales y a un discurso antisocialista que triunfa. Se trata de su economía dual, fabricada por la hegemonía pepera, y de un modelo de ciudad que fomenta el régimen rentista que Aznar reivindicaba en esta campaña. Se trata también de una geografía urbana gentrificada que paga por su seguridad privada y que es epítome de la fractura creciente entre centro y periferia. La capital donde más se notó el vaciamiento de los servicios públicos durante la pandemia, la deliberada confusión entre administraciones y la lógica más grotesca del amiguismo; la comunidad que ha tercerizado incluso la gestión de sus famosos mercadillos de barrio, es esa en la que se ha construido un voto cómodo para sus élites financieras y sus políticos venales. Hablemos claro: Ayuso es el estornino negro con pinta de colibrí que esconde los intereses económicos de una élite empresarial bajo ideales liberales.

Madrid no es facha, no. Pero parece encogerse de brazos ante esta lenta degradación. Especialmente ante una clase dirigente que cancela el futuro, porque hoy gana un PP sin agenda verde que también ha arruinado a sus más prestigiosas universidades públicas, aunque nadie hable de ello. Lo peor no es que la base de la oposición a su populismo siga estando dividida e inmersa en el marco de las guerras culturales que fija su contrincante. Lo peor es que Ayuso solo parece tener en frente a una oposición que piensa que el marketing comunicativo (bastante malo, por cierto) lo salva todo, mientras ella continúa un proyecto político basado, según advertía el poeta, en su lenta pero eficaz cancelación del futuro.

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