La industria musical mueve ficha contra la inteligencia artificial
La voz no tiene ‘copyright’. Universal Music quiere vetar el uso “no autorizado” de copias de su catálogo para entrenar los algoritmos generativos
Cualquiera que haya visto un contrato discográfico de los últimos 20 años sabe que las cláusulas de cesión de derechos llegan a ser cómicas. En sus esfuerzos por abarcar todo lo imaginable, a menudo incluyen formatos de transmisión telepática y distribución interplanetaria hasta el infinito y más allá. Y, sin embargo, la industria del entretenimiento no pensó en el uso de copias para entrenamiento de modelos de IA antes de que se viralizara una canción de Drake y The Weeknd, generada con un ...
Cualquiera que haya visto un contrato discográfico de los últimos 20 años sabe que las cláusulas de cesión de derechos llegan a ser cómicas. En sus esfuerzos por abarcar todo lo imaginable, a menudo incluyen formatos de transmisión telepática y distribución interplanetaria hasta el infinito y más allá. Y, sin embargo, la industria del entretenimiento no pensó en el uso de copias para entrenamiento de modelos de IA antes de que se viralizara una canción de Drake y The Weeknd, generada con un software llamado so-vits-scv-4.0.
Ahora mismo, cualquiera puede hacer una canción de Drake sin permiso de nadie. Técnicamente, la voz no tiene copyright. Universal Music quiere vetar el uso “no autorizado” de copias de su catálogo para entrenar los algoritmos generativos. Si lo consiguen, las consecuencias serán incalculables para la industria emergente de la IA. Pero también para los artistas que ya han cedido los derechos de sus obras a una multinacional. Por ejemplo, Taylor Swift.
Cuando tenía 15 años, Taylor Swift firmó un contrato con Big Machine Records (BMR) para producir seis discos: Taylor Swift, Fearless, Speak Now, Red, 1989 y Reputation. Cuando terminó el contrato en 2018, Swift fichó por Republic Records, pero los masters se quedaron en BMR. En 2019, el dueño de la discográfica, Scott Borchetta, le vendió el negocio con su catálogo a Ithaca Holdings, un fondo de inversiones propiedad de Scooter Braun. Ocurre que Braun es un señor al que Taylor había acusado de acoso durante años. “Mi legado musical está a punto de acabar en las manos de una persona que ha intentado destruirlo”, escribió Swift en su cuenta de Tumblr en 2019.
Swift volvió al estudio para regrabar los seis discos y recuperar el control sobre su música. Le salió bien: tanto radios como plataformas y fans favorecieron las nuevas versiones en apoyo a la cantante, que fue el músico más popular y mejor pagado de 2021. Aquí la vuelta de tuerca: si Big Machine Records tuviese el derecho exclusivo para entrenar un algoritmo con el catálogo de Swift, no sólo tendría posesión de su pasado, sino también de su futuro. Garantizar ese derecho sobre los contenidos derivados protegería los intereses de la discográfica en detrimento de los del artista.
El uso no autorizado de contenidos protegidos para el entrenamiento de algoritmos de IA es el mismo argumento de los artistas que han demandado a Stable Diffusion y MidJourney. Piden tres C: consentimiento, crédito y compensación. Un caso especialmente interesante porque el entrenamiento en su caso ha tenido lugar en Europa, y la directiva europea requiere que los propietarios de copyright sean informados de quién usa y cómo se usa su propiedad intelectual.
Las empresas de IA consideran que, mientras el material original no sea reproducido ni distribuido, entonces su uso como inspiración entra dentro del dominio público. De momento, la canción de Drake y The Weeknd ha sido legalmente retirada de todas las plataformas por uso no autorizado de un sampler original de Nayvadius DeMun Cash, más conocido como el rapero Future. Si no es por eso seguiría circulando. Es la nueva gran guerra del copyright.