La razón de lo irracional
Vox desperdicia un capital político precioso en año electoral al centrarse en la moción de censura y desplazar la atención de la corrupción en el bipartidismo y la reforma de la ‘ley del solo sí es sí’
Esta mañana, los devotos cristianos de Vox peregrinarán hacia el Congreso, para investir a Ramón Tamames como presidente del Gobierno, entonando en voz baja la letanía bíblica: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7-15). Pues ni ellos pueden comprender por qué su partido ...
Esta mañana, los devotos cristianos de Vox peregrinarán hacia el Congreso, para investir a Ramón Tamames como presidente del Gobierno, entonando en voz baja la letanía bíblica: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7-15). Pues ni ellos pueden comprender por qué su partido presenta a un candidato anciano en edad y adolescente en experiencia política, que dice “no defiendo a Vox”, considera que España es una “nación de naciones” y tiende a meterse en tantos asuntos que, como decía Carrillo de él cuando compartían la dirección de PCE en 1980, “no tiene tiempo de pensar bien las cosas”. Descartado que a los mandos de Vox esté el espíritu de Rafael Azcona o de Berlanga, ¿qué razón hay en esta sinrazón a caballo entre lo surrealista, lo barroco y lo esperpéntico?
La convocatoria de la moción de censura es un error de cálculo de Vox. Planeó esta operación cuando las aguas políticas estaban, para su gusto, demasiado calmadas. Pero al crear un acontecimiento político nuevo ha eclipsado dos tormentas políticas que, demoscópicamente, le hubieran funcionado mejor: la corrupción del “bipartidismo” (el caso Tito Berni y revelaciones recientes del caso Kitchen) y la reforma de la ley del solo sí es sí junto con las rebajas de condenas. Desplazando la atención de estos asuntos, Vox ha desperdiciado un capital político precioso en año electoral.
Pero hay una lógica detrás de esta iniciativa que no podemos pasar por alto, ya que perderíamos una pista clave sobre cómo se ve la política española en determinados círculos capitalinos. Porque hace un par de meses cogió fuerza la teoría de que el Gobierno de Pedro Sánchez estaba desmontando nuestra democracia. Da igual que ocupemos el puesto 16 en el ranking de democracias liberales del mundo, según el último informe del V-DEM Institute, por delante de Italia, Reino Unido, EE UU, Canadá, Austria o Japón.
Desde el minuto uno, este Ejecutivo ha sido acusado de ilegítimo y de erosionar la separación de poderes, pero fue en torno a la discusión de la reforma del delito de sedición y la malversación cuando la crítica (y los manifiestos de intelectuales) cambiaron de nivel. La conclusión era inequívoca: ¡peligro! El autoritarismo está aquí.
Y Vox fueron los primeros salvapatrias en lanzarse a la Cruzada. Pero detrás pueden venir más.