El millonario empático

Valoren la imaginación que se necesita para entender lo que es calcular cada céntimo que gastas cuando tu salario bruto es de 11 millones de euros

El presidente de Mercadona , Juan Roig, en Paterna el 14 de marzo.Mònica Torres

Las crisis económicas, la pandemia, la inflación, la guerra, nos afectan a todos, pero no por igual. Para la mayoría, los fenómenos financieros o geopolíticos suponen ajustarse el cinturón prescindiendo de la calefacción en invierno (y al tiritar en el sofá sepultado bajo gruesas mantas la televisión justifica razonadamente el frío que uno pasa: claro, es que hay guerra en Ucrania) o cociéndos...

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Las crisis económicas, la pandemia, la inflación, la guerra, nos afectan a todos, pero no por igual. Para la mayoría, los fenómenos financieros o geopolíticos suponen ajustarse el cinturón prescindiendo de la calefacción en invierno (y al tiritar en el sofá sepultado bajo gruesas mantas la televisión justifica razonadamente el frío que uno pasa: claro, es que hay guerra en Ucrania) o cociéndose vivo en verano (y mientras chorrea sudor abatido por el bochorno, los medios le indican el origen de su incomodidad: claro, es que acabamos de salir de una pandemia mundial) o haciéndose vegano por imperativo monetario (y al abrir el enésimo tarro de garbanzos o hervir de nuevo cuatro patatas, que no la quinoa o la col kale que muestran en Instagram los ecopijos, sigue el hilo de las explicaciones: claro, claro, la inflación porque tal y cual…) o comprando la ropa de segunda mano (sin la vergüenza de antaño porque ahora no lo hacemos por pobres sino por concienciados salvadores del planeta). Para una minoría incomprendida, en cambio, los problemas son mucho más complejos: tienen la desgracia de verse obligados a gestionar enormes sumas de dinero. Ricos que sufren y lloran. Es más, nos lloran a nosotros para que nos compadezcamos de su delicada situación.

Un ejemplo de esta semana es el muy esforzado Juan Roig, presidente de una de las cadenas de supermercados hegemónicas en España, con el poder que eso comporta: imponer las condiciones a los proveedores y aplicarle al consumidor el precio que la empresa decida. Roig admitía lo que cualquiera de sus clientes sabe desde hace tiempo: que han subido “una burrada” los precios. Pero nos dice que se ha visto obligado a hacerlo, porque él es uno de esos paternales y generosos jefes, que no quería vender más caro pero claro, el contexto, la inflación, etc. Habrá que agradecerle al honorable valenciano que comprenda lo que supone para los clientes de “rentas más modestas” el encarecimiento de la cesta de la compra. Valoren la imaginación que se necesita para entender lo que es calcular cada céntimo que gastas cuando tu salario bruto es de 11 millones de euros e ingresas 88 millones de dividendos o tu empresa tiene un beneficio neto de 718 millones de euros en un año de guerra, inflación, postcovid, crisis, etc. Que usted con su mantita y sus garbanzos no entienda lo bueno que es Roig es porque no tiene capacidad para comprender las complicadas vidas de los muy pero que muy ricos.

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