Relevo en el Reina Sofía

Durante 15 años, Manuel Borja-Villel ha dirigido el museo con fuerte protagonismo de la investigación y la innovación

Manuel Borja-Villel, el martes en el Reina Sofía.Jaime Villanueva

La renuncia a presentarse a un nuevo mandato por parte de Manuel Borja-Villel como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía cancela una etapa de 15 años y abre un paréntesis para ...

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La renuncia a presentarse a un nuevo mandato por parte de Manuel Borja-Villel como director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía cancela una etapa de 15 años y abre un paréntesis para el inicio del proceso de elección de la nueva dirección que se resolverá en abril. Su máximo responsable hasta el jueves abandona el cargo cuando había culminado una discutida reordenación de la colección que pivota sobre el presente y cambia el relato histórico y ensimismado por una apertura del centro y sus múltiples actividades hacia los debates sociales, políticos e ideológicos de los últimos años. Su mandato ha sido sobre todo el de la imaginación de una nueva institucionalidad para el arte contemporáneo, con una fuerte vinculación con América Latina, y cuando las redes y las nuevas expresiones artísticas han buscado una implicación directa en y con el mundo actual.

La fragilidad del ecosistema, los nuevos feminismos, la movilización ciudadana que condujo al 15-M o la sintomatología de la protesta encontraron su lugar entre las múltiples salas del Reina Sofía, sin renunciar a reorganizar el legado clásico de la pintura del siglo XX. La fuerte personalidad de Borja-Villel ha dotado al museo de una identidad muy marcada y de una narración propia que ha favorecido una amplia proyección internacional del Reina Sofía —aunque en menor medida del arte español— y una ruptura con un modelo menos intervencionista, lo que ha generado a su vez debates y polémicas, a veces acres, y que forman parte de la vida cultural. Manuel Borja-Villel ha trasladado al centro parte de las constantes —impulso de ruptura y cuestionamiento del pasado— que habían animado su brillante etapa anterior en el Macba, entre 1998 y 2007. La tensión entre institucionalidad y renovación, entre consolidación y revisión, ha estado en el corazón de una etapa que ha interpelado a la ciudadanía, incluidos los más jóvenes: el éxito de asistencia de público en 2022 (fue el museo más visitado con tres millones de personas, aunque aún lejos de la cifra de 4,4 millones en 2019) ratifica la posibilidad de reconectar a los museos con los intereses vivos de la sociedad aunque para ello haya que romper —o precisamente porque se rompe— con modelos museográficos más conservadores y previsibles.

Aunque el recentísimo proceso de estabilización de altos cargos del Reina Sofía constituye una forma de continuidad de la dirección saliente, el Código de Buenas Prácticas debe ser capaz de garantizar la elección independiente de la nueva dirección sin quedar hipotecada a un pasado brillante. El debate sobre el papel de los grandes centros de arte, como estimuladores e incitadores de los nuevos desafíos o como preservadores presuntamente neutros del legado histórico, está vivo y España pronto tendrá que afrontarlo. Como los procesos de descolonización, la rehabilitación de figuras marginadas por un patriarcado sistemático y rígido o la redignificación de expresiones artísticas menores con gran alcance social, como el arte gráfico. A algunos, las pancartas del 15-M les parecieron ofensivas en las nobles salas de un museo estatal, pero quizá es al revés y ennoblece al Reina Sofía rescatar y exhibir un material por definición fungible. En todo caso, la nueva dirección habrá de ser capaz de emanciparse del pasado para determinar su propio rumbo.

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