El Este tenía razón y otros vuelcos morales en la UE
Los errores cometidos por Alemania y otros en la relación con Rusia y con la políticas de austeridad cambian ciertos equilibrios en Europa. Conviene enterrar los maniqueísmos en todas las direcciones
La perspectiva de una posible entrega de tanques occidentales a Ucrania se halla en estos días en el centro del debate político alrededor de la guerra. Una vez más, Polonia toma la delantera, anunciando su disposición a enviarlos, frente a las reticencias de otros, especialmente de Alemania. Varsovia tiene razón en promover este nuevo paso de ...
La perspectiva de una posible entrega de tanques occidentales a Ucrania se halla en estos días en el centro del debate político alrededor de la guerra. Una vez más, Polonia toma la delantera, anunciando su disposición a enviarlos, frente a las reticencias de otros, especialmente de Alemania. Varsovia tiene razón en promover este nuevo paso de ayuda a la defensa ucrania ante un enemigo sin ningún escrúpulo, y lo probable es que la iniciativa acabe cobrando amplio impulso. Una tras otra, reticencias y líneas rojas han ido evaporándose, y hemos pasado de suministrar simples armas portables —o meros cascos, como en la primera fase de contribución alemana— a baterías de misiles Patriot o vehículos de infantería de combate.
El episodio sirve para recordar cómo, en esta cuestión de capital importancia, los países del flanco oriental de la Unión Europea tenían razón desde el principio, mientras otros —especialmente Alemania, pero también Italia y Francia— se equivocaron groseramente en cultivar ciertos lazos y contemporizar con Rusia. España se quedó más al margen, cabe pensar que más por afortunada lejanía geográfica que por clarividencia diplomática.
Los países de Visegrado, los bálticos, tenían razón. La razón histórica, la certera actitud actual en el apoyo militar o en la acogida de refugiados —1,5 millones en Polonia; medio millón en República Checa, lo mismo que en Francia, Italia y España juntos— pesan en el tablero político europeo. No borran ni un ápice de ciertas bochornosas derivas iliberales, del rechazo con aroma islamófobo a participar en esquemas comunitarios para crisis migratorias, del aprovecharse de los fondos comunes para luego despotricar del proyecto europeo. Pero su acierto histórico —y el error histórico de países como Alemania— en esta cuestión no debe subestimarse.
Este vuelco se suma a otro que tantos desde el amplio concepto de Europa del Sur reivindican frente a la del Norte: el fracaso de las políticas de austeridad implementadas después de la crisis de 2008. Son realmente pocos y ya casi inaudibles aquellos que defienden las decisiones que Alemania, junto con otro grupo de países denominados frugales, impusieron entonces. Los fondos del Next Generation EU son un reconocimiento implícito de ese error. Puede argumentarse que se trata de una respuesta diferente a un problema diferente. Pero, en realidad, es difícil negar que esa operación representa la asunción del error conceptual de entonces.
Estas dos grandes historias de nuestro tiempo sin duda pesan como una losa en el currículo alemán, en su auctoritas como líder, y será interesante ver qué consecuencias tendrán en los equilibrios de poder de los próximos años.
Ello no debería, sin embargo, inducir a olvidar los activos en su balance, como a menudo ocurre. La apertura de las puertas a un millón de refugiados sirios fue un gesto noble que desactivó una crisis con un terrible potencial, a la vista de qué tipo de consecuencias políticas tienen los retos migratorios. A la vez, décadas de contribución neta al presupuesto común han permitido inyectar importantes fondos en países como los del Este o la propia España, donde esto se olvida con frecuencia. De fondo, la plena asunción del horror nazi y el persistente cordón sanitario a la ultraderecha han sido de enorme importancia.
En la historia política, como en las vidas privadas, rara vez las cosas pueden retratarse en blanco y negro sin más. Todos sentimos a veces el impulso de predicar desde la convicción de nuestra altura moral. Conviene no pasarse. Entre otras cosas porque lo más probable es que, si no lo hemos hecho ya, en alguna otra circunstancia seremos nosotros quienes merodean en un sombrío, y poblado, valle moral.