Derrota y destitución de Luis Enrique

El cese inmediato del técnico que ha dirigido la selección española de fútbol resuelve en falso el problema

Luis Enrique, durante el partido de España contra Marruecos, el pasado 6 de diciembre en Doha, Qatar.Friedemann Vogel (EFE)

La Federación Española de Fútbol ha decidido relevar al seleccionador después de la derrota ante Marruecos y la eliminación del equipo en los octavos de final de la Copa del Mundo. Sin la presencia del presidente Luis Rubiales, el director deportivo José Francisco Molina comunicó a Luis Enrique la decisión de no renovar su contrato (que terminaba el 31 de diciembre), pese a la oferta de hace un año, que...

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La Federación Española de Fútbol ha decidido relevar al seleccionador después de la derrota ante Marruecos y la eliminación del equipo en los octavos de final de la Copa del Mundo. Sin la presencia del presidente Luis Rubiales, el director deportivo José Francisco Molina comunicó a Luis Enrique la decisión de no renovar su contrato (que terminaba el 31 de diciembre), pese a la oferta de hace un año, que Luis Enrique aplazó hasta después del Mundial. También Molina comunicó su renuncia simultánea al cargo y su relevo por un estrecho asesor de Rubiales, Albert Luque, además de la incorporación del actual responsable de la sub-21, Luis de la Fuente, como seleccionador de la absoluta, pese a que su trayectoria se limita al fútbol formativo.

Las derrotas graves suelen traer sacudidas estructurales, pero esta lo ha sido solo en la superficie. En los últimos cuatro años, la selección ha vivido un masivo relevo de jugadores y su estilo de juego se ha asociado al Barça y a la fuerte personalidad pública y privada de Luis Enrique. Los resultados fueron satisfactorios en el primer ciclo, con las semifinales alcanzadas en la última Eurocopa y el subcampeonato en la Liga de Naciones de 2021, pero dejaron de serlo en el último tramo y el más comprometido de todos, el propio Mundial, donde el juego de la selección se bloqueó y nadie encontró autoridad suficiente (o autonomía) para activar soluciones propias o alternativas al plan prefijado por Luis Enrique (tampoco él).

De los 26 jugadores, 20 debutaban en un Mundial —como Pedri, Gavi, Ansu Fati, Nico Williams, Yéremi Pino o Balde—, ocho del Barça y dos del Real Madrid, lo que trasluce una doble apuesta: la posesión del balón y un modelo inspirado en el del club catalán, pero sin jugadores tan bregados como los que lo hicieron célebre y sin un perfil decididamente resolutivo: el fútbol español se ha empobrecido, con jugadores de características similares y sin figuras que marquen claramente la diferencia, mientras el Real Madrid es campeón de Europa con un equipo plagado de figuras extranjeras. El control estricto del juego por parte de Luis Enrique pudo impedir la libertad de decisión de jugadores de calidad, pero constreñidos a un modelo que acabó resultando soso, frustrante e improductivo.

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El cuestionamiento deportivo no parece, sin embargo, que haya sido el factor determinante para un relevo con rasgos de continuismo desconcertantes. La falta de cooperación de Luis Enrique en actos promocionales de la federación o las críticas, también de los medios, que causó su actividad como streamer pusieron fuera de control la política de comunicación de la federación al depender exclusivamente de Luis Enrique, con un alto nivel de impacto entre los aficionados.

El perfil de De la Fuente es exactamente el contrario, lo que hace presumir que seguirá intacto el control plenipotenciario del presidente Rubiales. El elevado protagonismo de Luis Enrique en el relato, sin intermediarios ni periodistas, funcionó como vehículo de protección de un grupo de muchachos muy jóvenes y tan decepcionados con la eliminación como su entrenador. El apoyo que reclamó Luis Enrique en mayúsculas en su comunicado de despedida seguramente estaba destinado a esos jugadores jóvenes y a superar el grave contratiempo de la descalificación de un Mundial como primera piedra de una experiencia indispensable, y esta vez frustrante.

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