Acrósticos para los troles de Elon Musk

En la red social se puede seguir gratis y en directo cómo el magnate negocia con gracia el futuro de la compañía

Elon Musk, el 31 de octubre en la fiesta de Halloween de la modelo Heidi Klum en Nueva York.Taylor Hill (Getty)

Twitter anda revuelto. La culpa la tiene su nuevo dueño, Elon Musk, al que es difícil no seguir con fascinación. Antes los ricos eran lejanos, distantes, incluso misteriosos. Entes abstractos de los que casi no se podía saber nada. Ahora el millonario más millonario entre los millonarios se pone a tuitear como si fuera un adolescente ingenioso: “¿Un café en Starbucks por 8 dólares? Carita sonriente. ¿Una suscripción mensual por la verificación azul por el mismo precio? Carita disgustada”.

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Twitter anda revuelto. La culpa la tiene su nuevo dueño, Elon Musk, al que es difícil no seguir con fascinación. Antes los ricos eran lejanos, distantes, incluso misteriosos. Entes abstractos de los que casi no se podía saber nada. Ahora el millonario más millonario entre los millonarios se pone a tuitear como si fuera un adolescente ingenioso: “¿Un café en Starbucks por 8 dólares? Carita sonriente. ¿Una suscripción mensual por la verificación azul por el mismo precio? Carita disgustada”.

En la red social se puede seguir gratis y en directo cómo negocia con gracia los planes de futuro de su empresa. “¿20 dólares para mantener mi marca azul? A la mierda, deberían pagarme a mí. Si acaba siendo así, me voy como Enron”, tuitea el escritor Stephen King. A lo que Musk reacciona regateando a la baja, como si estuviera en el mercadillo del pueblo: “¡Necesitamos pagar las cuentas de alguna manera! Twitter no puede depender completamente de los anunciantes. ¿Qué tal 8 dólares?”.

Los amantes del sentido del humor -intencionado o espontáneo- lo tienen complicado para no sentir cierta simpatía por él. “¿Está Musk dirigiendo Twitter como Trump dirigió sus casinos?”, se pregunta sin ni siquiera citarle el legendario periodista Dan Rather. Musk, autodefinido en la red social como “operador de la línea de reclamaciones en Twitter”, responde escueto: “8 dólares”.

El magnate carece de cualquier tipo de pudor. Incluso comparte en una cuenta con 114 millones de seguidores una foto con su madre disfrazado de no se sabe muy bien qué. Como si fuese la rúa de Carnaval odiosa de la escuela, pero versión alta costura. En Twitter -por no hablar de Instagram- se expresa y se enseña públicamente aquello que jamás se contaría a un extraño en un bar ni se declararía en una entrevista. Luego no vale sorprenderse si un desconocido pregunta por tu abuela, llamándola por su nombre de pila, se preocupa por el riego de tus plantas o te da las condolencias por la última ruptura.

El aterrizaje de Musk en Twitter abre muchos frentes. El más inmediato: el posible pago por verificar la cuenta con el check azul. Además de hacer rentable la compañía, una de las supuestas intenciones de Musk, más flexible que el junco del Talmud, es “derrotar a los bots y los troles” de la jungla de Twitter. También añade otros supuestos privilegios a la verificación, como la mejora de las búsquedas, la notoriedad de los tuits, el tipo de mensajes o la exposición a la publicidad.

Imaginar el Twitter de Elon Musk sin troles es como creer en los Reyes Magos o en la semana laboral de cuatro días. Bajo el anonimato, esos perfiles envenenan y pervierten todo lo que tocan. Esta semana le ha tocado a la periodista de El Periódico, Sara González. Bajo la cobardía típica del pseudónimo, han hecho correr detalles de su vida sentimental para desprestigiar sus informaciones. Sobre todo, la última: que el diputado Francesc de Dalmases (Junts), tristemente famoso por increpar a una periodista hasta el punto de amedrentarla, tiene sobre sus espaldas diversas acusaciones de otras mujeres por abuso de poder.

Con el cotilleo ya corriendo por la red social, usuarios identificables con nombres y apellidos, como el cantautor y exdiputado Lluís Llach (que luego corrió a borrarlo), se han sumado a la campaña de señalamiento de la periodista. Hay que reconocerle también a ella su gracia a la hora de responder: “Justicia, Oficio, Argumentos, Nobleza, Agradecimiento, Método, Atrevimiento, Sensatez, Dignidad, Estima y Utilidad”. No les costará encontrar la solución al acróstico: Joana Masdeu. Si quieren saber quién es Joana, busquen su historia en las redes. No tiene desperdicio.

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