Covid: temporada otoño/invierno
Viene una ola de la variante de ómicron BQ. Vacúnense, con la cuarta dosis, mayores y enfermos
Llega la temporada otoño/invierno y hay que volver a hablar de la covid. Ya sé que es un tostón —díganmelo a mí que me tiré dos años bombardeándoles a ustedes con este incordio—, pero nuestra obligación como ciudadanos cultos es prestar cierta atención a los acontecimientos que marcan nuestro tiempo. Las crisis se mitigan en tiempo real, pero se generan mucho antes y se resuelven mucho más tarde, y todavía no hemos firmado las paces con la pandemia. Veamos dónde estamos, hacia dónde va el coronavirus y qué se espera de la cuar...
Llega la temporada otoño/invierno y hay que volver a hablar de la covid. Ya sé que es un tostón —díganmelo a mí que me tiré dos años bombardeándoles a ustedes con este incordio—, pero nuestra obligación como ciudadanos cultos es prestar cierta atención a los acontecimientos que marcan nuestro tiempo. Las crisis se mitigan en tiempo real, pero se generan mucho antes y se resuelven mucho más tarde, y todavía no hemos firmado las paces con la pandemia. Veamos dónde estamos, hacia dónde va el coronavirus y qué se espera de la cuarta dosis vacunal que está en marcha.
El SARS-CoV-2, causante de la covid-19, ha estado mutando su material genético desde que tuvimos noticia de él, a finales de 2019. Las olas infecciosas que hemos experimentado desde entonces se suelen correlacionar con la aparición de nuevas variantes del virus, y esa tendencia ha seguido vigente este año. Toda la evolución de la pandemia en 2022, de hecho, se ha debido a la variante ómicron que surgió en Sudáfrica a finales del año pasado. Ómicron tiene tres cualidades notables: se propaga como fuego por la paja, cursa con más levedad que sus ancestros y muta de forma fructífera, desde su punto de vista, claro.
Este año ha producido una cadena de variantes y subvariantes, cada una de ellas más escurridiza que la anterior para el sistema inmune. Es lo esperable en una guerra de armamentos entre el virus y los anticuerpos, pero nos obliga a una vigilancia minuciosa de la evolución de ómicron, nuestras defensas y nuestras vacunas. Y también a volver a pincharnos cuando la mejor ciencia disponible lo considere conveniente. A menos que uno viva en Italia, naturalmente, donde la religión anticientífica ha llegado al Gobierno y ha llenado los hospitales de personal no inmunizado. Qué curiosa es la ideología ultra.
La variante de ómicron que nos acompañará esta temporada de invierno se llama BQ (que ya tiene subvariantes BQ.1 y BQ1.1, porque esto no se acaba nunca). En los países con mejores datos de secuencia genómica, como Estados Unidos, BQ ya da cuenta del 17% de las muestras virales, y está desplazando deprisa a las versiones anteriores de ómicron. Lleva todas las papeletas para ser la cepa dominante en Occidente. El sudeste asiático está más preocupado por otra variante llamada XBB. La evolución es un mecanismo de adaptación local, y esto sigue siendo cierto en un mundo globalizado.
Estas variedades del virus pandémico son verdaderas maestras en el arte de evadir al sistema inmune, y ello explica su gran capacidad de contagio. Las defensas adquiridas contra el SARS-CoV-2 por infección previa o vacunación tienen un efecto muy humilde para recortar la propagación de ómicron BQ. Esto significa que cada vez más gente resultará contagiada, incluso si estaba vacunada o había pasado antes la infección.
Pero ahí se acaban las malas noticias. Las vacunas siguen evitando que los contagiados desarrollen una covid grave. Pierden efectividad con el tiempo, y por eso es recomendable que los mayores de 60 y otras personas vulnerables se pongan la cuarta dosis. Curiosamente, tanto las vacunas antiguas como las diseñadas contra ómicron son eficaces para esto. No entendemos por qué, pero los datos lo dicen. Vacúnense.