LA BRÚJULA EUROPEA

La lección del Partido de Acción: faltan los mejores

Figuras como Bobbio, Montale, Ciampi o Spinelli militaron en la vieja, pequeña formación, disuelta hace 75 años, y que recuerda la importancia de la participación política de figuras de gran estatura intelectual

Giorgia Meloni, rodeada de miembros de su Gobierno, durante la sesión de investidura en el Senado esta semana.GUGLIELMO MANGIAPANE (REUTERS)

Se cumplió ayer el centenario de la ignominiosa Marcha sobre Roma. Mucho se ha comentado la coincidencia entre la entronización en Italia de un Gobierno liderado por la ultraderecha —hay debate, más fuera de Italia que dentro, acerca de si clasificarlo como post o neofascista— y tan redondo y lúgubre aniversario. Abundan los análisis posibles en ese marco. Hay uno quizá menos central que otros que, no obstante, permite alguna reflexión in...

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Se cumplió ayer el centenario de la ignominiosa Marcha sobre Roma. Mucho se ha comentado la coincidencia entre la entronización en Italia de un Gobierno liderado por la ultraderecha —hay debate, más fuera de Italia que dentro, acerca de si clasificarlo como post o neofascista— y tan redondo y lúgubre aniversario. Abundan los análisis posibles en ese marco. Hay uno quizá menos central que otros que, no obstante, permite alguna reflexión interesante. La historia del pequeño Partito D’Azione.

Fundado en 1942 en la clandestinidad en el piso romano de Federico Comandini en presencia de su cuñado y otro puñado de antifascistas, el partido —inspirado en el homónimo movimiento mazziniano del siglo anterior— echó a andar sobre la base de una ideología socioliberal, que entre otros objetivos buscaba convertir a Italia en república, establecer la naturaleza laica del Estado y formar una federación europea de Estados democráticos. Fue eficaz en la organización de brigadas partisanas de lucha antifascista, llegando a movilizar unas 50.000 personas, según la enciclopedia Treccani. Pero, además, pese a ser un partido pequeño, fue eficaz en imantar una impresionante constelación de figuras de extraordinario relieve.

Entre sus miembros se encontraban personas como Eugenio Montale (futuro Nobel de la Literatura), Norberto Bobbio (titán del pensamiento jurídico-político), Carlo Azeglio Ciampi (futuro gobernador del Banco de Italia y respetado presidente de la República), Altiero Spinelli (uno de los padres fundadores de la UE), Leone Ginzburg (gran intelectual, que dirigió la publicación del partido —L’Italia Libera— hasta su detención y posterior muerte por torturas de las SS en Roma, y esposo de Natalia), Carlo Levi (también involucrado en L’Italia Libera, y después autor de Cristo se paró en Éboli) o Ada Gobetti, gran luchadora feminista, entre muchos otros.

El partido, como tal, no tuvo éxito. En las elecciones del 1946 obtuvo solo el 1.5% de los votos, y pronto se disolvería. Se hundió en medio de tantos errores de los que se pueden extraer lecciones. Pero igual de importante parece hoy fijarse en sus aciertos, sobre todo en esa capacidad de movilización, de canalización política, de tantos de los mejores intelectos italianos, que tanto aportarían a la vida pública después.

El Gobierno de Meloni, recién instalado, no destaca por la brillantez de sus componentes. Es cuando menos discutible que la oposición sí logre reunir multitud de figuras de gran relieve.

Cierto, la tensión insuperable de la II Guerra Mundial ejerció de fuerza movilizadora extraordinaria, atrayendo a la política a los mejores y más valientes. Ahora no es igual. Pero cabe preguntarse si no vivimos en una época especialmente desmovilizadora, que mantiene lejos de la política a tantos intelectos de primera fila.

Más allá de Italia, abundan señales de liderazgos poco sólidos, de parlamentarismo de escaso vuelo. Por supuesto, hay en Europa figuras excelentes que representan a la ciudadanía, pero es probable que el actual devenir de los partidos y de la vida en general no estén fomentando especialmente la vocación política. Toxicidad de la esfera pública, sobreexposición mediática, una senda general de descomposición de las plataformas colectivas reales en favor de plataformas digitales que agregan pero no unen, y sobre todo tienden a mantener a la enorme mayoría de individuos en una… pasividad individual. Demasiados de entre los mejores se mantienen alejados de la política; demasiados de entre aquellos que podrían alcanzar la excelencia se malgastan en una vida encogida; demasiados alcanzan la primera fila por razones que no son la excelencia.

Qué bien nos vendrían hoy Montale, Bobbio, Ciampi, Spinelli, Ginzburg, Levi & co. militando en un partido político. Quizá fracasaría, como el de Azione. ¡Pero cuánto florecería de esa implicación!, como ocurrió en la lucha partisana en el monte, primero, en la conversión de Italia en república, después, o en el inicio de una integración europea, en el arraigo de una conciencia civil y en tantas cosas altas que esas grandes figuras aportaron a la vida colectiva tras su paso por la política. En estos días, además del centenario de la Marcha sobre Roma, se cumplen también los 75 años de la disolución del Partito D’Azione, que cualquier demócrata tiene buenos motivos para echar mucho de menos.

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