Gobierno de coalición

Los políticos deben cuidar la democracia. Sus ideas y sus actos solo se legitiman si suponen un cuidado democrático de la ciudadanía

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en el Senado.Claudio Álvarez

Cada oficio es un aprendizaje que tiene que ver con los cuidados. Los escritores cuidan las palabras con una vocación parecida a la que ejercen los médicos al cuidar enfermos. Los políticos deben cuidar la democracia. Sus ideas y sus actos solo se legitiman si suponen un cuidado democrático de la ciudadanía. Y eso implica, por supuesto, que se cuiden también a sí mismos. No me gusta la tos de alguno de ellos. Ay, esa tos.

Me siento a escribir mi particular relato d...

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Cada oficio es un aprendizaje que tiene que ver con los cuidados. Los escritores cuidan las palabras con una vocación parecida a la que ejercen los médicos al cuidar enfermos. Los políticos deben cuidar la democracia. Sus ideas y sus actos solo se legitiman si suponen un cuidado democrático de la ciudadanía. Y eso implica, por supuesto, que se cuiden también a sí mismos. No me gusta la tos de alguno de ellos. Ay, esa tos.

Me siento a escribir mi particular relato de la vida española. Necesito un argumento con buen final. La igualdad y la libertad irán de la mano para evitar la deriva hacia el populismo autoritario que el imperio neoliberal ha provocado en Europa. En el argumento deben confluir diversos personajes, algo imprescindible hoy para contar con un Gobierno capaz de redistribuir la riqueza y sostener con impuestos justos los servicios públicos y la descentralización del Estado. Los personajes necesitan ser creíbles a solas, pero no tienen por qué estar enfadados entre sí. Un Gobierno de coalición representa bien los sentimientos de cualquier persona que tiene a la vez ilusiones ambiciosas y la necesidad de negociar con la realidad.

Las esperanzas resisten cuando las ilusiones y el sentido común se ponen de acuerdo. Cada cual puede jugar su papel, pero en coalición, sin que el protagonismo de uno se base en el ataque al otro. Los enemigos están fuera, con el gatillo mediático dispuesto para disparar contra la estabilidad y el reconocimiento del trabajo hecho. Mis personajes deben salir más a la calle, pero valorando lo que tienen en casa. Además de una pandemia y una guerra, ahora se acercan tiempos electorales. Las palabras se pondrán muy nerviosas y no me gusta esa tos. El buen final de mi relato depende de que los protagonistas sean capaces de sentirse orgullosos de lo mucho que han conseguido gracias a un esfuerzo conjunto. ¡Jesús!

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