LA BRÚJULA EUROPEA

La hemorragia electoral socialdemócrata

Las derrotas en Francia, Italia y Suecia y los malos sondeos en otros países evidencian problemas de conexión de la familia progresista con las clases populares

Desde la izquierda, Pedro Sánchez, António Costa y Olaf Scholz, el viernes en la cancillería alemana, en Berlín.JOHN MACDOUGALL (AP)

Los ciudadanos europeos convocados a las urnas a lo largo de 2022 depositaron en ellas muchas malas noticias para la familia socialdemócrata, que este fin de semana celebra su congreso en Berlín.

La agrupación cosechó una notable serie de victorias desde septiembre del año pasado hasta enero de este, con los triunfos en las legislativas de Noruega, Alemania, Portugal y las positivas municipales italianas. Resul...

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Los ciudadanos europeos convocados a las urnas a lo largo de 2022 depositaron en ellas muchas malas noticias para la familia socialdemócrata, que este fin de semana celebra su congreso en Berlín.

La agrupación cosechó una notable serie de victorias desde septiembre del año pasado hasta enero de este, con los triunfos en las legislativas de Noruega, Alemania, Portugal y las positivas municipales italianas. Resultaba plausible interpretar que, en medio de los descomunales desafíos de nuestra época, muchos ciudadanos valoraron optar por los históricos constructores de la protección social. Pero, a partir de ahí ―de la victoria de António Costa en Portugal en enero―, se ha abierto un calvario electoral.

En Francia, la formación socialista ha quedado prácticamente aniquilada en las elecciones presidenciales y legislativas de primavera, sepultada entre el vigor del centro liberal de Macron y el de la izquierda euroescéptica de Mélenchon. En septiembre, el PD ha sufrido una dura derrota en las recientes legislativas en Italia. En Suecia, los votantes han desalojado del poder a los socialdemócratas, y justo ayer el bando conservador selló un pacto de Gobierno con el apoyo externo de la ultraderecha. A lo largo del año, otras señales preocupantes se han ido acumulando sobre su mesa, como las dos duras derrotas en las regionales españolas ―Castilla y León y Andalucía― o un nuevo paso hacia la irrelevancia parlamentaria en Bulgaria en las elecciones del día 2, ulterior síntoma de la gran dificultad de arraigo en el flanco oriental de la UE. En Dinamarca, el Ejecutivo socialista ha tenido que convocar elecciones anticipadas al resquebrajarse la mayoría que le sostenía: queda por ver cómo irá el voto previsto dentro de un par de semanas.

El panorama de los sondeos tampoco es alentador. La proyección de escaños en la Eurocámara que hace la organización Europe Elects sobre la base de sondeos nacionales refleja también un declive de la familia que, a finales del año pasado, había logrado durante un breve periodo adelantar al PPE en esa gráfica por primera vez desde 2016. En Alemania, el SPD ha logrado una importante victoria en el Estado de Baja Sajonia, pero a nivel nacional su intención de voto ha bajado mucho en los últimos meses. En España, el PSOE entra en la recta final de la legislatura con sondeos poco favorables.

¿Qué ocurre? Los delegados socialdemócratas reunidos en Berlín tienen por delante un complejo ejercicio de análisis y prescripción. Por supuesto, en parte se trata de los normales ciclos pendulares de la política: se gana y se pierde, derrotas hoy pueden dejar el paso a victorias mañana. Naturalmente, además, cada una de las derrotas cosechadas recientemente tiene causas específicas, como puede ser la incapacidad de conformar una coalición competitiva y cohesionada en Italia o el desgaste del ejercicio del poder en Suecia. Pero hay algunos rasgos comunes.

El prioritario quizá sea asumir que no hay ninguna conexión automática entre deseo ciudadano de protección en un mundo turbulento y apuesta por la oferta socialdemócrata. Una parte muy grande de las clases populares que hoy se tambalean y que antaño fueron gran caladero de esa familia se decanta por otras opciones. Por propuestas radicales, que antagonizan un sistema que no les funciona y del que los socialdemócratas son considerados coautores, tanto en clave nacionalpopulista ―tipo Le Pen― como de populismo izquierdista ―Mélenchon, Cinco Estrellas―. O, directamente, por pasar de todo: con abstencionismo nunca visto, como en Francia o Italia.

En este contexto, los socialdemócratas tendrán que gestionar una manta muy corta. Si cubre los instintos de moderación, pragmatismo, responsabilidad y defensa medioambiental de las clases medias cultivadas urbanas (quizás, hoy, su principal caladero), dejan al frío esas clases populares que desean un cambio radical, proteccionista, poco dispuesto al sacrificio verde. Si avanzan en la senda de la defensa vanguardista de derechos identitarios, ganan jóvenes, pero pierden mayores. Muy complejo hallar el punto exacto. “Medio tutissimus ibis” (por el medio, segurísimo irás), apuntó Ovidio en el célebre verso de las Metamorfosis. ¿Dónde estará ese medio? Todos andamos en busca de un centro de gravedad, permanente, o aunque sea para un rato. Admitir sin ambages lo que va mal suele ser un buen punto de partida de la búsqueda.

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