La sucesión en los ‘tories’

En torno a 200.000 afiliados del Partido Conservador deciden en primarias al sucesor de Boris Johnson al frente de un Gobierno de 67 millones de ciudadanos

Liz Truss, el día 11 en un acto electoral de la campaña de las primarias de los 'tories' en Cheltenham (Inglaterra).TOBY MELVILLE (REUTERS)

El largo proceso de sucesión de Boris Johnson en el número 10 de Downing Street ha desembocado en una guerra fratricida que no terminará el 5 de septiembre, cuando se confirme la victoria del exministro de Economía Rishi Sunak o de la actual ...

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El largo proceso de sucesión de Boris Johnson en el número 10 de Downing Street ha desembocado en una guerra fratricida que no terminará el 5 de septiembre, cuando se confirme la victoria del exministro de Economía Rishi Sunak o de la actual ministra de Exteriores y favorita, Liz Truss. Lo más preocupante de las primarias de los conservadores británicos no es la herida permanente en un partido que acumula 12 años en el poder, sino la parálisis que ha generado en un país en la antesala de una tormenta perfecta de espiral inflacionista, recesión enquistada y volatilidad monetaria. Quien gane se enfrenta a uno de los periodos más desafiantes de la historia británica reciente. La crisis del coste de la vida, exacerbada por el precio de la energía y su impacto en la economía de las familias, exigirá del nuevo Gabinete imaginación y decisiones dolorosas. De acuerdo con la gran mayoría de los estudios demoscópicos, la principal inquietud popular es la escalada de precios pero las medidas para combatirla apenas si aparecen de puntillas en el debate tras el cual entre 150.000 y 200.000 afiliados del Partido Conservador elegirán al primer ministro de más de 67 millones de ciudadanos británicos. Los particulares intereses de ese colectivo tienen poco que ver con los del conjunto de la sociedad del Reino Unido.

El cambio reglamentario que llevó a los partidos políticos británicos a escoger a sus líderes mediante el voto de las bases, en lugar de los diputados, ha menoscabado la autoridad de quienes están llamados a gobernar. Ha evidenciado también la tendencia a elegir perfiles que encarnan posiciones extremas, de corte más populista, como sucedió con el ascenso del propio Boris Johnson. Por la misma razón, en los prolegómenos de un invierno en el que millones de británicos sufrirán para acceder a los servicios más básicos, la favorita según todas las encuestas, Liz Truss, apuesta por las bajadas de impuestos como medida estrella, pese al riesgo que entraña de disparar el déficit y agravar la deriva inflacionista. Su rival, Rishi Sunak, también sin propuestas demasiado concretas, reconoce al menos que prefiere perder la carrera sucesoria a vencer con promesas impracticables.

Si se confirman los sondeos que vaticinan la victoria para Liz Truss, la tercera mujer en acceder al número 10 tendrá que lidiar con la cuestionable legitimidad que la aupó al poder: ni con el beneplácito de las urnas, mediante unas elecciones generales, ni con la confianza de aquellos en quienes la ciudadanía ha depositado su soberanía, los parlamentarios. El atolladero en que David Cameron metió a los tories con la convocatoria del referéndum del Brexit ha desestabilizado al Reino Unido y ha desdibujado desde entonces al Partido Conservador británico. Hoy es su candidata favorita quien busca el paralelismo con Margaret Thatcher tanto en materia económica como en política exterior, cuando no es eso probablemente lo que necesiten ni el Reino Unido ni el resto del mundo.


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