Las lecciones de Jimena
Las redes sociales son lo que queramos hacer con ellas: practicar el garrotazo digital o cooperar entre personas
El torbellino de emociones, negativas con demasiada frecuencia, que alimenta la actividad en Twitter sorprende, en ocasiones, con quiebros milagrosos que despiertan los mejores instintos de los usuarios. Así sucedió hace algunos días cuando las polémicas de rutina quedaron eclipsadas por una ola de solidaridad hacia una pequeña de cuatro años de la que, probablemente, nunca conoceremos más que su nombre. Jimena jugaba el sábado 2 de julio en el Parque de las Cruces del madrileño barrio de Aluche cuando perdió la prótesis de silicona que asume las funciones de su antebrazo izquierdo. Cuando rep...
El torbellino de emociones, negativas con demasiada frecuencia, que alimenta la actividad en Twitter sorprende, en ocasiones, con quiebros milagrosos que despiertan los mejores instintos de los usuarios. Así sucedió hace algunos días cuando las polémicas de rutina quedaron eclipsadas por una ola de solidaridad hacia una pequeña de cuatro años de la que, probablemente, nunca conoceremos más que su nombre. Jimena jugaba el sábado 2 de julio en el Parque de las Cruces del madrileño barrio de Aluche cuando perdió la prótesis de silicona que asume las funciones de su antebrazo izquierdo. Cuando repararon en el extravío, los padres de Jimena pidieron ayuda a una organización del barrio de Aluche, la Asociación para la inclusión de niños y jóvenes con diversidad funcional (Apaipa). Con la fuerza de sus poco más de mil seguidores los responsables de Apaipa (@apaipainclusion) lanzaron un tuit de SOS: “Twitter haz tu #magia!! Jimena tiene 4 años y ayer, 2 de julio, perdió su #prótesis de silicona en el Parque de las Cruces. Ayúdanos a encontrarla!! Al texto lo acompañaba una fotografía de la pequeña que mostraba sólo los volantes de su vestido azul y su bracito artificial encajado al resto del cuerpo.
La imagen de ese poquito de Jimena con sus volantes azules y su bracito rosado, resultó un reclamo tan dulce como efectivo y, en cuestión de varias horas, Jimena ya era causa preferente en Twitter. El tuit de @apaipainclusion consiguió más de 9.400 retuits así como cientos de menciones y respuestas. Todos querían poner su granito de arena: unos sugerían ideas para optimizar la búsqueda como difundir la foto entre los canales de Whatsapp de los padres del barrio, otros compartían el mensaje en Facebook o Instagram y algún tuitero creyente encomendó la misión a San Antonio. Mientras, un vecino de Aluche anunció que se marchaba de exploración al parque con la esperanza de encontrar el bracito de Jimena.
Y apareció. No habían pasado 24 horas cuando @apainclusion volvió a tuitear: “¡¡¡Encontrada!!! No difundáis más, la prótesis ya está en casa de Jimena. G-r-a-c-i-a-s mil millones de gracias”. Un operario de limpieza había localizado la prótesis en un contenedor de basura donde alguien la había desechado al pensar que se trataba del brazo roto de una muñeca. La buena noticia provocó un festival de felicidad compartida por un batallón de ciudadanos tuiteros. Muchos descubrieron, de paso, el resto de tuits de la cuenta de Apaipa, un resuelto y talentoso equipo que se trabaja por la inclusión de los niños con discapacidad a través de proyectos de cultura, ocio y concienciación social.
El caso de Jimena nos recuerda que las redes sociales son lo que queramos hacer con ellas: practicar el garrotazo digital o explorar sus posibilidades para la cooperación entre los seres humanos. Como informar y orientar en tiempo real a los ciudadanos afectados por un gran incendio o unas inundaciones. Es lo que sucedió en 2011 cuando la Cruz Roja estadounidense puso en marcha el primer equipo de voluntarios digitales en emergencias. Los denominados VOST fueron los primeros verificadores de la historia de Twitter, el dique de contención frente a la información imprecisa, las fotos sin contexto o los bulos que circulan con frecuencia durante las catástrofes. Los voluntarios digitales operan ahora en todo el mundo, (en España @VostSpain) y su labor no tiene precio. Como el bracito de Jimena.