La sostenibilidad como objetivo

Los países pobres padecen de forma más directa el incumplimiento de los objetivos medioambientales de los ricos

Un niño camina sobre plástico asentado en una playa de Santa Rosa de Agua, el pasado 12 de mayo en Maracaibo (Venezuela).Henry Chirinos (EFE)

La Agenda 2030 de Naciones Unidas se creó en 2015 con la ambiciosa finalidad de lograr el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Su eficacia se evalúa anualmente y el jueves se hizo público el último informe sobre los progresos que los 193 países firmantes han hecho en el último año. España figura entre los Estados que registran avances, pero está lejos de invitar al conformismo: mejora levemente su puntuación (de 79,5 a 79,9 puntos) y su posición general, pero sigue sin haber ...

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La Agenda 2030 de Naciones Unidas se creó en 2015 con la ambiciosa finalidad de lograr el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). Su eficacia se evalúa anualmente y el jueves se hizo público el último informe sobre los progresos que los 193 países firmantes han hecho en el último año. España figura entre los Estados que registran avances, pero está lejos de invitar al conformismo: mejora levemente su puntuación (de 79,5 a 79,9 puntos) y su posición general, pero sigue sin haber avances en producción y consumo responsable ni en los usos del suelo.

Los efectos más negativos de las crisis globales recaen en los países más pobres y menos preparados para resistirlas. La pandemia ha afectado más gravemente a los que están más lejos de cumplir los objetivos de desarrollo sostenible, pero son a la vez los que padecen de forma más directa las consecuencias de su incumplimiento, en una especie de círculo vicioso. A la cabeza de los más cumplidores figuran Finlandia, Dinamarca y Suecia, y cierran el listado Sudán del Sur, República Centroafricana y Chad. Los 25 primeros a la hora de cumplir son europeos.

Podría pensarse que es una consecuencia natural del grado de desarrollo económico, social y político y, en parte, es así. Sin embargo, no hay que pasar por alto que la situación se agrava por los efectos que el modelo económico de los países desarrollados tiene sobre el conjunto. El Índice Internacional de Efectos Indirectos de 2022, incorporado en este informe, subraya que los países ricos generan efectos secundarios socioeconómicos y ambientales negativos, entre otras cosas, a través de las cadenas de suministro de las empresas occidentales y prácticas comerciales corrosivas, como la contratación de mano de obra más barata con menos derechos o la extracción de materias primas sin generar valor en países de origen. De ahí la importancia de contar con una Agenda como esta, que integra también estos tres pilares para buscar soluciones en las demás esferas, como un todo articulado que afecta a la vez al medio ambiente —cambio climático, salud de los ecosistemas, agua segura—, a los aspectos sociales —educación, género, trabajo digno— y a los factores de carácter político.

El cambio de modelo que buscan los ODS solo será posible si, además de actuar en sus respectivos países, todos de forma coordinada son capaces de transformar elementos clave de su modelo económico y articular políticas globales de desarrollo en foros multilaterales. La pandemia ha mostrado la interdependencia del mundo actual y que ningún gran reto se podrá abordar sin esa perspectiva global. Tanto la pandemia como la actual guerra en Ucrania imponen retrocesos en ese largo recorrido y aumentan el coste final que exigirá alcanzar los objetivos de sostenibilidad. La responsabilidad de los países desarrollados empieza por interiorizar una de las lecciones cruciales de la pandemia: mientras todo el mundo no esté a salvo, nadie lo estará.

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