Increíble

Mientras las manos trabajan y la mente imagina, el estómago hace la digestión, el hígado y el páncreas producen sus jugos, los pulmones se inflan y se desinflan, el corazón se agita, la lengua habla, los ojos ven, los pies andan...

Detalle de unas manos enjuagando vasos en un fregadero.Getty Images

Imaginamos cosas. Todo el rato imaginamos cosas. Entre tanto, la realidad sigue a lo suyo. Los miércoles, por ejemplo, cocido, y los sábados, paella de verduras. En la cocina, la realidad adquiere la consistencia y el brillo lisérgico del acero inoxidable. También es un buen sitio para imaginar mientras se precalienta el horno o se pocha el sofrito. Entro imaginariamente en la cocina de la casa de mi infancia y veo a mi madre con la mirada perdida en el vacío mientras sus manos cortan en juliana, como sin darse cuenta, unas verduras. Sus manos están en una realidad; su mente en otra. Las manos...

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Imaginamos cosas. Todo el rato imaginamos cosas. Entre tanto, la realidad sigue a lo suyo. Los miércoles, por ejemplo, cocido, y los sábados, paella de verduras. En la cocina, la realidad adquiere la consistencia y el brillo lisérgico del acero inoxidable. También es un buen sitio para imaginar mientras se precalienta el horno o se pocha el sofrito. Entro imaginariamente en la cocina de la casa de mi infancia y veo a mi madre con la mirada perdida en el vacío mientras sus manos cortan en juliana, como sin darse cuenta, unas verduras. Sus manos están en una realidad; su mente en otra. Las manos no pueden escapar de este mundo, permanecen atadas a él como el perro al árbol. Las de mi madre hacían siempre cosas prácticas: doblar camisas, zurcir rotos, planchar sábanas, coser botones, envolver calcetines, enjabonar el cuerpo de sus hijos, acariciar sus cabezas al tiempo de extender sobre ellas el champú… Si las manos llevaran la cuenta de lo que hacen en un diario íntimo, nos agotaría leerlo. Comienzan retirando las mantas cuando suena el despertador, sacan las zapatillas de debajo de la cama, recogen las gafas de la mesilla y ya no paran hasta que vuelven a acostarse: abren y cierran puertas, revuelven el café con leche, sostienen tenedores o vasos, abrochan o desabrochan botones, encienden el fuego, tiran del carro de la compra, atienden el teléfono, pagan el periódico, arrancan el coche al tiempo de decir adiós…

Mientras las manos trabajan y la mente imagina, el estómago hace la digestión del desayuno, el hígado y el páncreas producen sus jugos, los pulmones se inflan y se desinflan, el corazón se agita contra las costillas, las glándulas de la boca producen saliva, la lengua habla, los ojos ven, los pies andan… ¿No es increíble que un cuerpo pueda ejecutar tal cantidad acciones e imaginar al mismo tiempo otras?

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