Subconsciente traidor

Contar de las mujeres si están o no casadas, pero no de los hombres, levanta quejas más que lógicas

Rafael Hernando, rodilla en tierra, saluda a Cuca Gamarra durante el congreso del PP en Sevilla. / ALEJANDRO RUESGAAlejandro Ruesga (EL PAÍS)

El estilo periodístico debe ser “claro, preciso, conciso”. Lo señala el Libro de estilo de EL PAÍS y, por eso, el uso de términos inadecuados o de datos innecesarios origina críticas de lectores que, con razón, exigen al periódico esa calidad y rigor que promete desde que nació hace 46 años.

Una de las quejas con más fundamento la han transmitido Raquel Val Rivas y Alfredo Redón por la incomprensible diferencia de trato entre hombres y mujeres al difundir los perfiles de la nueva cúpula del PP. De los cinco dirigentes elegidos, dos son mujeres. ...

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El estilo periodístico debe ser “claro, preciso, conciso”. Lo señala el Libro de estilo de EL PAÍS y, por eso, el uso de términos inadecuados o de datos innecesarios origina críticas de lectores que, con razón, exigen al periódico esa calidad y rigor que promete desde que nació hace 46 años.

Una de las quejas con más fundamento la han transmitido Raquel Val Rivas y Alfredo Redón por la incomprensible diferencia de trato entre hombres y mujeres al difundir los perfiles de la nueva cúpula del PP. De los cinco dirigentes elegidos, dos son mujeres. “Está soltera”, se dice de la primera, Cuca Gamarra. “Está casada y tiene dos hijos”, se cuenta de la segunda, Carmen Navarro. De dos de los tres hombres, sin embargo, no se indica nada al respecto y solo del tercero —Elías Bendodo— se indica que está “casado con una periodista”. Val Rivas ve ahí, lógicamente, un “sesgo machista”.

El Libro de estilo exige aplicar “la misma óptica” al describir a hombres y mujeres si, por ejemplo, hay referencias a la vestimenta. Con más motivo, por tanto, si se alude a que alguien está o no casado. O con quién se empareja. El año pasado, Dolores Gauna nos afeó un texto sobre “el nuevo novio” de Isabel Díaz Ayuso a raíz de unas fotos tomadas en Ibiza por unos paparazi. “Es la tercera relación conocida de Díaz Ayuso”, contábamos. “De los dirigentes políticos hombres no nos informan nunca de esos detalles. Les traiciona el subconsciente”, acusaba Gauna.

El lector Francisco Javier López criticó que la información sobre el juicio al futbolista Santi Mina por presuntos abusos sexuales se adentrara en minuciosos y procelosos pormenores. El lector razona así: “Es más morbo que información y me parece violento e innecesario”.

El lector Sergio-Ernesto Santillán transmitió el jueves su “total rechazo e indignación” por llamar “empresarios” a quienes son simples “comisionistas”, como también se les denominaba en el titular de ese día a Luis Medina, hermano del duque de Feria y habitual en la prensa del corazón, y a su amigo Alberto Luceño. Ambos cobraron seis millones de euros en comisiones por vender material sanitario al Ayuntamiento de Madrid.

Los lectores Carlos Penedo y Sixto Jansa, por su parte, rebaten este titular: La guerra de Ucrania relanza el sentimiento militarista en España. Ambos remiten al diccionario de la Real Academia Española (RAE) para recordar que “militarismo” es el “predominio de lo militar en la política y el Gobierno de una nación”, algo que no se da en un país —España, en este caso— solo porque haya aumentado el apoyo ciudadano a un mayor gasto en Defensa.

También en el terreno militar, aunque en este caso debido a una mala traducción, el lector Miguel Morer lamentó el texto de un pie de foto sobre un funeral en “en la Iglesia Saints Paul and Peter Garrison en Lviv”. “Un pie de foto como ese es ridículo, mueve a risa, duele a los lectores fieles y daña al medio”, escribió Morer. En efecto, la palabra inglesa “garrison” se traduce como “guarnición” y, por tanto, el funeral se celebró en la “iglesia castrense” de san Pablo y san Pedro. Esa debió ser la traducción correcta.

La lectora Elena Badosa nos reprocha que restrinjamos desde hace años el calificativo de “oligarca” —persona con poder en un núcleo político o económico— exclusivamente a personajes rusos. “¿No hay oligarcas en Ucrania, Alemania, Marruecos o España?”, se pregunta con razón.

El abuso del verbo “topar” como falso sinónimo de poner un límite o un tope —al precio de la energía, por ejemplo— ha originado también una decena de críticas por parte de lectores como Ana Gómez, José Ángel García o Ángel Chico.

Juan Jorganes, por su parte, ha lamentado que, durante las protestas de los transportistas, no distinguiéramos entre “huelga” y “paro patronal”. Y José González Varela deploró el inadecuado uso del término “vetar” en este titular: “Vox veta que el mar Menor consiga más derechos”. En efecto, la información se refería a una propuesta parlamentaria que contó “con el apoyo de las formaciones presentes, excepto el de Vox”. Por tanto, no era tal veto —un impedimento insalvable—, sino un minoritario voto en contra que no imposibilitaba la tramitación del proyecto.

Algún lector afirma que está descendiendo la cifra de errores. Otros, molestos con cada tropiezo, prefieren echarle humor. Víctor Cassi propone “una multa de 50 céntimos por cada pifia” detectada. “Con lo recaudado”, sugiere, “se podrían sortear Libros de estilo entre los lectores”. Ortega y Gasset dijo que “el verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores”. Conviene no tomarlo al pie de la letra.

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