Por la transición energética

La actual coyuntura es una oportunidad para acelerar la lucha contra el cambio climático, mejorar las interconexiones con Europa y reducir el consumo

Colas de vehículos este viernes en una gasolinera de Sevilla.PACO PUENTES (EL PAIS)

La guerra de Ucrania lleva camino de enquistarse. Es imposible saber cuánto durará, pero lo que sí sabemos es que nos ha conducido a una crisis energética que puede alargarse y agravarse mucho más si el conflicto se prolonga. La Unión Europea afronta una situación difícil en la que tiene que combinar dos objetivos que en el corto plazo pueden ser contradictorios: ...

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La guerra de Ucrania lleva camino de enquistarse. Es imposible saber cuánto durará, pero lo que sí sabemos es que nos ha conducido a una crisis energética que puede alargarse y agravarse mucho más si el conflicto se prolonga. La Unión Europea afronta una situación difícil en la que tiene que combinar dos objetivos que en el corto plazo pueden ser contradictorios: asegurar el suministro de energía sin agravar el cambio climático. Con el programa REPowerEU presentado el pasado 8 de marzo, la Unión Europea ha iniciado el camino para desvincular su economía de la dependencia actual de los suministros de gas y petróleo de Rusia.

El objetivo es conseguir energía más asequible, segura y sostenible. La gravedad de la crisis obliga a acelerar la transición hacia un modelo energético más autosuficiente y evitar así la dependencia de regímenes autocráticos dispuestos a utilizar sus reservas de gas y petróleo como elemento de chantaje. Pero en un modelo de demanda rígida, en el que no es posible cambiar de golpe la forma de producir energía, es previsible que los países más dependientes de Rusia deban recurrir transitoriamente a fuentes muy contaminantes, como el carbón, para producir electricidad. Si el gas escasea, también es probable que aumente la demanda de electricidad para la climatización de los edificios y otros usos, pero eso no debería poner en riesgo el objetivo de la UE de reducir las emisiones un 55% en 2030 respecto de las de 1990.

La actual coyuntura es una excelente oportunidad para acelerar la transición energética, mejorar las interconexiones con Europa y apretar las tuercas del ahorro energético, que en España tiene todavía un largo recorrido por delante. Se estima que los edificios consumen el 30% de la energía que se gasta, tanto como todo el transporte nacional por carretera, de modo que este es un campo de actuación preferente. Una forma de hacerlo es reforzar el programa de rehabilitación de edificios y promover las instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo.

La transición hacia energías renovables garantiza una mayor soberanía energética, puesto que estas fuentes dependen en su mayor parte de recursos productivos propios. En el caso español, se dispone de una importante contribución de la energía hidroeléctrica, cuyo rendimiento hay que optimizar. El reto es aumentar la producción de energía eólica y solar. Ante la gravedad de la crisis, resulta incomprensible la oposición a grandes proyectos de producción eólica como el parque marino previsto frente al cabo de Creus alegando motivos paisajísticos. Algunos tics de la sociedad de la opulencia están ahora claramente fuera de lugar. Si Europa, y España dentro de ella, hubieran sido más ambiciosas en el despliegue de las energías renovables ahora seríamos menos vulnerables. Acelerar esta transición permite abaratar la factura energética, reducir la dependencia exterior y combatir el cambio climático. La mejor forma de garantizar la soberanía energética es dejar de depender de los combustibles fósiles.

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