Rampas de salida
Cualquier avance hacia un posible alto el fuego exige la renuncia de Putin a sus pretensiones de conquista
Nadie ha conseguido imaginar todavía qué vía de salida se podría fabricar para que el Kremlin desistiera de su acción destructiva. La guerra más atroz termina con un acuerdo de paz o al menos con un armisticio, que se construye con la fabricación de una salida. No puede ni debe ser la rendición de Kiev en ninguna de sus formas. Tampoco la amputación de su territorio. Cualquier concesión a Putin servirá para envalentonarle en su carrera de reconquista del espacio soviético....
Nadie ha conseguido imaginar todavía qué vía de salida se podría fabricar para que el Kremlin desistiera de su acción destructiva. La guerra más atroz termina con un acuerdo de paz o al menos con un armisticio, que se construye con la fabricación de una salida. No puede ni debe ser la rendición de Kiev en ninguna de sus formas. Tampoco la amputación de su territorio. Cualquier concesión a Putin servirá para envalentonarle en su carrera de reconquista del espacio soviético. Es significativo que Joe Biden haya dado ya garantías a Finlandia de que Estados Unidos acudirá en su defensa en caso de agresión. Sabiendo que los otros países fronterizos al alcance del zarpazo están ya en la OTAN, es el tipo de mensaje que debe recibir el agresor.
También se está abriendo paso la idea de una mediación de Pekín. El régimen de Xi Jinping ha colocado sus peones para inducir esta apuesta, con la combinación de sus abstenciones en las votaciones de condena a Putin y la adopción de la censura putinista a la hora de hablar de la guerra y de la invasión. Quizás atisba los rendimientos de un arbitraje de este tipo para hacer realidad el sueño chino de liderar el orden mundial. Estará bien todo lo que sirva para avanzar, aunque sea un milímetro en dirección contraria a la guerra. Pero Pekín, que mantiene buenas relaciones con Ucrania, debe dar más muestras y ofrecer pasos tangibles de que puede ser un facilitador fiable de la paz, empezando por el auxilio humanitario a los ucranios.
La auténtica salida para Putin es su destitución, pero esa es una tarea que solo se puede emprender en Moscú, no tan solo a cargo de los sacrificados ciudadanos demócratas que se manifiestan y expresan su protesta por la destrucción de Ucrania, sino también de los oligarcas y las clases favorecidas por la apertura del régimen a una globalización mundial que Putin acaba de enterrar.