Se murió, por cierto

La carta de Marina Castaño a Camilo José Cela no tiene ni una frase que no se haya comentado en redes

Camilo José Cela y su esposa, Marina Castaño, celebran la noticia del Premio Nobel en su casa de Guadalajara, el 19 de octubre de 1989. ULY MARTÍN

Twitter puede ser un sitio muy cruel. Y muy gracioso. Y, a menudo, las dos cosas a la vez. Cuando llega buen material, se disecciona y se exprime hasta que no queda ni la piel. Es lo que siempre han hecho los humoristas con los temas de actualidad, pero desde hace unos años no hay solo un par de cómicos en la tele, sino que nos encontramos con miles de personas ideando y compartiendo en redes miles de chistes sobre el penúltimo error de cualquier personaje más o menos conocido.

Esta semana le ha tocado a Marina Castaño. El motivo: ...

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Twitter puede ser un sitio muy cruel. Y muy gracioso. Y, a menudo, las dos cosas a la vez. Cuando llega buen material, se disecciona y se exprime hasta que no queda ni la piel. Es lo que siempre han hecho los humoristas con los temas de actualidad, pero desde hace unos años no hay solo un par de cómicos en la tele, sino que nos encontramos con miles de personas ideando y compartiendo en redes miles de chistes sobre el penúltimo error de cualquier personaje más o menos conocido.

Esta semana le ha tocado a Marina Castaño. El motivo: le ha escrito una carta a Camilo José Cela 20 años después de su muerte. Cualquiera esperaría un texto más o menos emotivo y más o menos nostálgico. Pero no es eso, o no es solo eso: en esta carta publicada en Vanitatis, Castaño viene a decirle a Cela que menos mal que no ha tenido que sufrir el desastre en el que se ha convertido España en estas dos décadas.

No hay párrafo malo ni frase que no se haya destacado en algún tuit: llama “pariente cercano” al hijo de Cela, se queja del lenguaje inclusivo, habla del rey emérito para decir que “su situación la han ido ensombreciendo”, como si Juan Carlos I hubiese sido la víctima de un complot, y reparte collejas a José Luis Rodríguez Zapatero y a Pedro Sánchez hasta el punto de que, como tuitea @SrJimVill, solo faltan un “perro sanxe” y un “disfruten lo votado”. Castaño termina contándole a Cela que ha rehecho su vida con un cirujano vascular, lo que remata con un “ya ves, de la intelectualidad a la ciencia”, como dando a entender que el Nobel bueno es el de Literatura y los de ciencias son como los Oscar técnicos.

Algunos tuiteros han intentado resumir el texto: “Los yihadistas, con la ayuda de las feministas y un tal Rodríguez Zapatero, me han dejado sin picassos. Te quiere, Marina”, escribía @calcosares. Otros escogían su fragmento favorito y no se libraban ni los pies de foto. Mi momento preferido es este: “Umbral, dos meses después de tu marcha, sacó una basura que tituló Cela, un cadáver exquisito. Deleznable. Se murió, por cierto”. Me gusta imaginar a Castaño añadiendo un “le estuvo bien empleado, al muy desagradable” para borrarlo después, al estilo de Hemingway: menos es más. Por cierto, Francisco Umbral escribió en EL PAÍS entre 1976 y 1988, y sus columnas se pueden recuperar en la web. En 1984 entrevistó a Cela, y ese texto es una maravilla (de verdad): “Al camarero le pide media docena de ostras. Yo pido una docena”.

Pero me desvío. Siguiendo con la carta de Castaño, había tuiteros que la relacionaban con otros temas de la actualidad: “Lo que me pide el cuerpo es una buena carta de Marina Castaño a Djokovic”, escribía el periodista José Luis Sastre. Otros apuntaban que la letra de la última canción de Rosalía, el tema del día anterior, resultaba casi aburrida por comparación, a pesar de esos versos que decían “lo segundo es chingarte, lo primero es Dios”.

Precisamente, una de las conclusiones de la minipolémica de Rosalía fue que igual algunos no entendíamos la letra porque no era para nosotros. Rosalía no escribe para gente como yo, que estoy en edad de gritarle a una nube al más puro estilo de Abe Simpson. Y con esta carta quizás pase lo mismo: no está escrita para mí, un progre con barba de funcionario de la Caja Postal de Ahorros, por recuperar una expresión de la entrevista de Umbral a Cela. Habrá quien lea a Castaño y piense: “Pues sí, al menos el Nobel no se ha llevado el disgusto de enfrentarse a les niñes”. Seguro que tiene su público. Pero, desde luego, no estaba en Twitter esta semana.


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