A desorden de factores, producto alterado (2)

Todo el mundo se equivoca, pero los lectores afean los reiterados tropiezos en la misma piedra

Luis Tosar y Blanca Portillo, en una imagen de la película 'Maixabel'.

Ni adrede hemos podido quedar más en evidencia. Mientras en esta columna se recordaba hace dos semanas que el periódico incumple su Libro de estilo cuando cita a mujeres por su nombre de pila, en la página enfrentada lucía este titular: Cayetana, en su salón. Se denunciaba también en la columna la aparición de títulos sexistas y el pasado lunes se coló este: Liz Truss, la nueva ambición rubia de los ‘tories´. Ese tipo de incoherencias es ya un clás...

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Ni adrede hemos podido quedar más en evidencia. Mientras en esta columna se recordaba hace dos semanas que el periódico incumple su Libro de estilo cuando cita a mujeres por su nombre de pila, en la página enfrentada lucía este titular: Cayetana, en su salón. Se denunciaba también en la columna la aparición de títulos sexistas y el pasado lunes se coló este: Liz Truss, la nueva ambición rubia de los ‘tories´. Ese tipo de incoherencias es ya un clásico en los mensajes al Defensor. “¿De qué sirve que nos dé la razón públicamente si luego no le hacen caso?”, vienen a decir. Ningún periódico es perfecto, pero siempre será mejor el que tenga un buen nivel de transparencia entre quienes nos leen y quienes escribimos.

La figura del Defensor del Lector, que tiene autonomía e independencia, no está integrada en la estructura ni en la jerarquía del diario y, por tanto, atiende las quejas y vigila para que se cumpla ese Libro de estilo, pero ni da órdenes ni impone criterio alguno. Nada más lejos de su función. Ni mucho menos sanciona a nadie, que es lo que a veces le exige algún justiciero interlocutor.

Por todo ello, y porque todo el mundo puede equivocarse, se deben tomar con deportividad los tropiezos en la misma piedra, pero también conviene volver sobre ellos cuando la recaída en esa roca se repite con frecuencia. Nos ocurre con ese desorden en la ubicación de términos que transmiten ideas tan indeseadas por el periodista como ridículas o hilarantes.

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El problema se abordó en esta columna hace ya unos meses, pero solo unos días después se produjo otro tropiezo ―corregido luego en la web― en un pedrusco similar por estas frases en el inicio de una crónica: “La niña Begoña Urroz se convirtió ayer, al fin, en la séptima víctima de una organización terrorista homenajeada por el Ayuntamiento de San Sebastián (…) Durante mucho tiempo se debatió que podía haber sido la primera de ETA, aunque fue asesinada hace 60 años por el DRIL”. Escribió Ángel Redondo: “¿La homenajeada ha sido la víctima o la organización terrorista? Además, hay confusión al aludir a la niña como `la primera de ETA”. Y Priscila de Sousa, profesora, lamentó: algunos periodistas “redactan peor que mis alumnos de tercero de la ESO”.

Rara es la semana sin desubicaciones de palabras que obligan a releer las frases ante el desconcierto general. Como el del pasado día 11. Título: El Tribunal Supremo de EE UU mantiene la ley contra el aborto de Texas. ¿Ha abortado Texas? El mismo día, frase en otro texto sobre el caso de Juana Rivas: “… se produjo una denuncia por presuntos malos tratos sexuales contra uno de los niños”. No, la denuncia no era contra uno de los niños.

Más. “El señor X, dueño de un restaurante jubilado…” (14 de noviembre). ¿Se puede jubilar un restaurante? (... “dueño de un restaurante y jubilado”, se corrigió luego en la edición impresa) Un día antes: “La fuga de más de una veintena de viajeros de un avión procedente de Casablanca corriendo pista a través en el aeropuerto de Palma de Mallorca…”. La lectora Encarna Cabello preguntó: “¿Quién corría pista a través? ¿Los viajeros o el avión?”. El 11 de ese mes, en un pie de foto sobre Cristina Peri Rossi en portada: “… no quiso comparecer ayer tras ser premiada por sus problemas de salud”. Vicente Quijano reaccionó: “No sé qué tipo de premios se otorgan por problemas de salud”.

Otros ejemplos de octubre. “La Comunidad de Madrid prohíbe las reuniones de personas que no convivan entre la medianoche y las 6.00”. O sea, los que no conviven de doce a seis… ¿O no? Antetítulo en otra información: “Óscar Alzaga dona al Bellas Artes de Bilbao un óleo de Orazio Gentileschi que robó el violador de su hija”. Javier Fenollar Belda se sobresaltó. “Mi primera impresión”, contó, “fue que la hija del señor Alzaga había sufrido una violación y que el autor de semejante atentado había robado un cuadro”. Eso parecía, pero no: la violada fue la hija del pintor en el siglo XVII.

Y un caso de septiembre: “Todos los etarras dieron la espalda a una película (Maixabel) que aborda el arrepentimiento y el perdón a las víctimas”. Y el lector Eduardo García del Campo se extrañó: “No sabía que las víctimas tuvieran nada por lo que ser perdonadas”.

Aunque no estrictamente por desorden de factores, sino por un forzado nexo de los que también falsean los contenidos, otros lectores han criticado este titular del pasado día 20: Rafa Nadal da positivo por covid días después de estar con el rey emérito en Abu Dabi. Ramón Alvar reaccionó: “¿Por qué no `da positivo por covid días después de haber cambiado de marca de cereales para el desayuno´?”

Conclusión: ya sufrimos demasiado desorden de factores desde hace dos años; no añadamos ni uno más a los lectores en 2022. Salud.

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