La segunda de Andalucía

Las elecciones aún no están convocadas, pero son la primera etapa de cara a las generales. Un resultado favorable al PP empujaría de nuevo su marca a nivel nacional, como pasó con la Comunidad de Madrid, y consolidaría la percepción de cambio de ciclo

El presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla.Eusebio García del Castillo (Europa Press)

Entre Despeñaperros y la Línea de la Concepción está por escribirse el próximo ciclo electoral. Tradicionalmente, el PSOE había gobernado España apoyado en el granero catalán y andaluz, pero este último es aún más valioso dado el escenario multipartidista actual. La razón es sencilla: mientras que en el sur la izquierda muerde representación a su bloque rival, en Cataluña lo hace a costa de quienes podrían ser sus socios parlamentarios, los nacionalistas. Por lo tanto, los 61 diputados ...

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Entre Despeñaperros y la Línea de la Concepción está por escribirse el próximo ciclo electoral. Tradicionalmente, el PSOE había gobernado España apoyado en el granero catalán y andaluz, pero este último es aún más valioso dado el escenario multipartidista actual. La razón es sencilla: mientras que en el sur la izquierda muerde representación a su bloque rival, en Cataluña lo hace a costa de quienes podrían ser sus socios parlamentarios, los nacionalistas. Por lo tanto, los 61 diputados al Congreso de Andalucía valen su peso en oro, aunque hoy PP y Vox los tienen más a tiro.

Este cambio profundo hay que entenderlo por el mismo agotamiento del socialismo andaluz que permitió que la derecha pudiera gobernar la Junta desde 2018. Apoyado en esa plataforma, Moreno Bonilla ha podido hacer fuerte su propia marca y, por ende, a los populares. De hecho, en todos los sondeos el PP figura como primer partido gracias a la estrategia darwiniana propia de las formaciones clásicas; adaptarse al terreno. Moreno ha sabido marcar su propio tono, como Feijóo o Ayuso, pero en este caso recogiendo para sí la bandera blanca y verde, mirando lo imprescindible a Vox y atándose fuerte a Ciudadanos. Justamente por aquí es por donde más crecen sus apoyos, unos votantes que venían de zonas templadas e incluso de caladeros socialistas y que hoy se cobijan tras el líder popular.

Además, la coyuntura es la idónea para sus intereses. La pandemia ha reforzado a los presidentes autonómicos (que prácticamente en todos los territorios tienen encuestas favorables) gracias a la pulsión conservadora de optar por fórmulas conocidas en tiempos de tribulación. Pero, además, el PSOE está teniendo grandes dificultades para renovarse con una organización que sigue pensando que el Gobierno Bonilla ha sido un accidente. Tener una base sociológica favorable en un territorio no condiciona ganar cualquiera sea el candidato y al PSOE aún le cuesta pasar de asustar con la derecha a enamorar a sus potenciales votantes. Por si esto fuera poco, todo el espacio a su izquierda está fragmentado y enfrentado, haciendo aún más difícil que se pueda dar una suma para que gobiernen.

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Las elecciones aún no están convocadas, pero son la primera etapa de cara a las generales. Un resultado favorable al PP empujaría de nuevo su marca a nivel nacional, como pasó con la Comunidad de Madrid, y consolidaría la percepción de cambio de ciclo. Y sí, es cierto que el voto es volátil y las campañas son relevantes, pero hoy en Andalucía la derecha pisa terreno electoral más firme que la izquierda. Después de todo, el PP, como decía Carlos Cano en Sevillanas de Chamberí: “la primera la tiene aprendía (…), ya la segunda la están ensayando”.

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