El frente de Madrid

El PP se ha atrapado en una posición en la que alguien saldrá herido. Si Ayuso no controla el partido o se ve forzada a un pacto con Génova, estará más débil. Si ella se impone, Casado es quien lo tendrá más difícil

Fachada de la sede del PP en la calle Génova de Madrid.Gustavo Valiente - Europa Press (Europa Press)

Es cosa sabida que la división interna tiende a penalizar a los partidos en las urnas. A los votantes les suele gustar que las organizaciones estén cohesionadas y los liderazgos sean claros. Sin embargo, la racionalidad electoral nunca es la única que impera. La evidencia empírica en cuanto a comunidades autónomas es clara: controlar el aparato regional marca la diferencia para cualquier líder. De un lado, porque permite volver a ser el candidato tras una derrota y, del otro, porque blinda contra maniobras internas dentro de tu propio partido. Por lo tanto, no es una cuestión baladí. De moment...

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Es cosa sabida que la división interna tiende a penalizar a los partidos en las urnas. A los votantes les suele gustar que las organizaciones estén cohesionadas y los liderazgos sean claros. Sin embargo, la racionalidad electoral nunca es la única que impera. La evidencia empírica en cuanto a comunidades autónomas es clara: controlar el aparato regional marca la diferencia para cualquier líder. De un lado, porque permite volver a ser el candidato tras una derrota y, del otro, porque blinda contra maniobras internas dentro de tu propio partido. Por lo tanto, no es una cuestión baladí. De momento el PP madrileño es un protectorado bajo el control de Génova 13, pero con fecha de caducidad el próximo marzo y por cuyo control están las espadas en alto. Una batalla fundamental para cualquier escenario de medio plazo.

Isabel Díaz Ayuso quiere ser presidenta del PP como es regla en casi todos los partidos cuando alguien se convierte en presidente de una comunidad. Eso le asegura tiempo y, cosa clave, el control de las listas electorales. Una región como Madrid es un lugar desde el que se proyecta un potente altavoz mediático y se tiene más poder, de facto, que el líder de la oposición.

Por el contrario, Pablo Casado necesita minorar la influencia de Ayuso para no perder el control de su propia rama regional y, muy particularmente, para blindar su posición de cualquier desafío que pudiera venir en este frente de no gobernar en el año 2023. Por eso necesita otra persona dirigiendo el PP de Madrid. Necesita que Ayuso tenga un contrapoder interno.

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Llegados a este punto, con una guerra total de filtraciones, las cuestiones abiertas son esencialmente dos. La primera, el momento del congreso regional, lo que tiene efectos en las llamadas “primarias en la sombra”. Estas últimas se refieren a sondear apoyos y un candidato viable antes de que el proceso empiece. Obviamente, cuanto menos se dilate, más fácil lo tendrá la presidenta para imponerse. Sin embargo, en teoría, el calendario está cerrado y agarrarse a una posible batalla legal por los plazos de disolución de la gestora implicaría una ruptura total, lo que sería un exceso.

La segunda cuestión, más interesante, es la regla de elección. El extraño sistema interno del Partido Popular, que obliga a arrasar en voto directo de los militantes o manda a una segunda ronda con compromisarios, también tiene implicaciones. Con este sistema, si Ayuso se enfrenta a un candidato medianamente competitivo, el voto de los compromisarios puede dar más oportunidades a Génova. Por el contrario, si se recurre al sistema “un militante un voto” la presidenta parte, en teoría, con ventaja.

Este último sistema, que solo es posible a nivel autonómico o provincial, solo se aplica si lo autoriza la dirección regional, es decir, la gestora. Por tanto, parecería que Ayuso tiene la batalla perdida, pero ahí es donde radica su fortaleza. Con un PP más joven que en otros territorios, ella puede venderse como la candidata de las bases frente a las maniobras del aparato. Agarrarse al precedente de Cristina Cifuentes, que fue la primera en forzar a Mariano Rajoy a adoptar dicho proceso en Madrid, es una estrategia ganadora incluso teniendo que competir con la regla general.

Sea como sea, el PP se ha atrapado en una posición en la que alguien saldrá herido. Si Ayuso no controla el partido o se ve forzada a un pacto con Génova, estará más débil. Si ella se impone, Casado es quien lo tendrá más difícil para no ser visto como un líder en cuestión. A espera del desenlace, quedan meses de ruido por delante y en ningún caso le saldrá gratis a un PP cuyo electorado está lejos de preocuparse por estas maniobras.

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