Cartas a la Directora

Crisis climática

Los lectores opinan sobre el informe del IPCC, la crisis migratoria, la “avaricia” de las eléctricas, el uso de la mascarilla y la tranquilidad de la vida de pueblo

Un hombre toma una bebida junto a un termómetro de Córdoba en otra jornada marcada por la ola de calor en la que hay previsiones de que las temperaturas alcancen los 47 grados en el Valle del Guadalquivir.Rafa Alcaide (EFE)

Incendios descomunales en Australia, en California, en Siberia, en el Mediterráneo oriental. Devastación que afecta a decenas de miles de hectáreas. Temperaturas abrasadoras en el oeste de Canadá. Inundaciones en Centroeuropa. Si alguien aún dudaba sobre la relación de estos fenómenos con el cambio climático, el demoledor informe de la ONU puede aclarar sus dudas. Lo más desco...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Incendios descomunales en Australia, en California, en Siberia, en el Mediterráneo oriental. Devastación que afecta a decenas de miles de hectáreas. Temperaturas abrasadoras en el oeste de Canadá. Inundaciones en Centroeuropa. Si alguien aún dudaba sobre la relación de estos fenómenos con el cambio climático, el demoledor informe de la ONU puede aclarar sus dudas. Lo más descorazonador es que gran parte de los catastróficos efectos en el planeta ya son irreversibles. El futuro está hipotecado y la crisis climática hará palidecer a la actual crisis sanitaria. Y mientras tanto, el ser humano a lo suyo: explotar recursos de forma insostenible, llenar la tierra de automóviles y el cielo de aviones, envenenar el océano e incendiar y deforestar la Amazonia. El informe lo dice claramente: el único responsable de lo que ocurre y de lo que ocurra es el ser humano. Y nadie podrá decir que no estábamos advertidos. ¿Durante cuánto tiempo podremos decir que aún estamos a tiempo?

Sebastián Fernández Izquierdo. Petrer (Alicante)

Desplazados

Miles de personas siguen intentando atravesar el Mediterráneo. En la mayoría de los casos huyen de la miseria de África, en otros, de la guerra. Muchas de esas personas mueren ahogadas en el mar. No obstante, otras personas intentan de nuevo lo que saben que es un auténtico peligro. Algunos de estos inmigrantes llegan a Europa, donde tendrán otros problemas distintos, donde nada será fácil. Y esto no ocurre únicamente en el Mediterráneo. Hay miles y miles de personas intentando llegar a Estados Unidos a través de la frontera que lo separa de México. Proceden de toda Centroamérica y del propio México. Las razones por las que estas personas arriesgan sus vidas son prácticamente las mismas que las de quienes intentan atravesar el Mediterráneo, y hombres y mujeres se desplazan en busca de un mundo mejor. Urge una ayuda en los países de origen y una política migratoria justa y humanitaria.

Joan Palacín Coll, Caldes de Montbui (Barcelona)

Un total de 424 migrantes llegaron el 3 de agosto a la pequeña isla italiana de Lampedusa, mientras que otros 812 se encuentran desde hace varios días a bordo de los barcos de las ONG SOS Méditerranée y Sea Watch.AdrianPourviseh (EFE)

Eléctricas avariciosas

Las compañías eléctricas no solo están obteniendo inmensos beneficios a nuestra costa, lo más grave es que siguen empobreciendo a los consumidores sin importarles las consecuencias que se puedan ocasionar a las familias que no tienen recursos para abonar el recibo de la luz. No tienen medida, cada día suben más y más. El Gobierno debería haber actuado ya para reprimir esta usura de las eléctricas, no puede el Estado estar de rodillas ante tanta injusticia en el precio de la luz para enriquecer a unos cuantos adictos al dinero.

Victorio Martínez Armero. Móstoles (Madrid)

Sutileza gramatical

Resulta descorazonador entrar en establecimientos y tiendas y comprobar cómo en algunas ocasiones ni empleados ni clientes llevan la mascarilla puesta. Cuando se les pide que se la pongan responden molestos a quienes les afean la actitud. No es tiempo de quitarse ya la mascarilla, sino de seguir llevándola aún. Algunos no captan esta sutileza gramatical.

Héctor Alvarado Arroyo. Madrid

Calidad de vida

En sus últimos años, el ritmo de vida de mi abuela Simona lo marcaba la luz del día. Se despertaba al alba y, cuando comenzaba a oscurecer, sabía que había llegado el momento de acostarse. También comía cuando tenía hambre sin prestar atención a los horarios establecidos. Además de una huerta, tenía unas cuantas gallinas a las que atendía con dedicación. Al amanecer abría el gallinero para que corretearan por la era. Cuando terminaba su almuerzo utilizaba las sobras para darles de comer. Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse, las encerraba de nuevo.

Por eso, ahora, a pocos días de regresar al bullicio de la ciudad y de dejar la tranquilidad que el pueblo me brinda, me pregunto si realmente me compensa vivir bajo un estrés constante en lugar de instalarme aquí y de hacerme con unas cuantas gallinas.

Inés Gordo. Palomero (Cáceres)


Los textos de esta sección tienen que enviarse exclusivamente a EL PAÍS y no deben tener más de 100 palabras (700 caracteres sin espacios). Deben constar nombre y apellidos, ciudad, teléfono y DNI o pasaporte de sus autores. EL PAÍS se reserva el derecho de publicarlos, resumirlos o extractarlos. No se dará información sobre estas colaboraciones. La dirección para escribir en esta sección es CartasDirectora@elpais.es

Más información

Archivado En