Sombrío repunte de contagios

Tras semanas de descenso continuado, el número de contagios por coronavirus vuelve a subir en España con rapidez. Incrementos de hasta 74 puntos en un día —como se registró ayer para los jóvenes de entre 20 y 29 años— deben inducir a extremar la vigilancia en una desescalada que no se presenta tan favorable como parecía semanas atrás. El súbito cambio de tendencia en los principales indicadores se debe a una combinación de factores...

Tras semanas de descenso continuado, el número de contagios por coronavirus vuelve a subir en España con rapidez. Incrementos de hasta 74 puntos en un día —como se registró ayer para los jóvenes de entre 20 y 29 años— deben inducir a extremar la vigilancia en una desescalada que no se presenta tan favorable como parecía semanas atrás. El súbito cambio de tendencia en los principales indicadores se debe a una combinación de factores que conviene acotar para evitar que vayan a más. Lo ocurrido con el macrobrote de Mallorca, en el que se han infectado más de mil jóvenes procedentes de diferentes lugares de España, ilustra sobre los peligros del exceso de confianza.

Sin las medidas que permitían el control durante el estado de alarma, la contención de la pandemia depende ahora fundamentalmente de la responsabilidad individual. Es encomiable la disciplina y el rigor con el que la mayor parte de la población está siguiendo las recomendaciones sobre contactos sociales y uso de la mascarilla, pero basta con que una pequeña parte deje de tomar precauciones, como ha ocurrido en Mallorca, para que el virus encuentre la oportunidad de expandirse de nuevo. En este caso, ha fallado la responsabilidad individual de muchos jóvenes, pero también los mecanismos de vigilancia que deben evitar las concentraciones de riesgo. Y, como evidencia la decisión judicial que suspendió el confinamiento de los jóvenes involucrados en este caso decidido por las autoridades baleares, existe un cierto nivel de inseguridad jurídica en el actual marco normativo.

Un cambio de tendencia suele deberse a diversos factores. Han coincidido en este caso la relajación de las restricciones, la apertura del ocio nocturno y una gran necesidad psicológica de recuperar la normalidad. A ello hay que añadir, como elemento especialmente preocupante, la rápida expansión de la variante delta del virus, un 60% más contagiosa que la anterior. Esto ha provocado que en algunos lugares la tasa de reproducción del virus esté ya en 1,5, es decir, que por cada 10 contagiados se infectan otros 15. Un nivel muy inquietante. En ocho comunidades, la tasa entre los menores de 30 años supera ya los 300 casos por 100.000 en 14 días.

Afortunadamente eso no se traduce, al menos de momento, ni en más ingresos hospitalarios ni en una mayor mortalidad. La diferencia es que ahora los nuevos contagios se concentran en las edades más jóvenes, que resisten mejor la infección y, en caso de enfermar, evolucionan mejor. La población más vulnerable está ya inmunizada. Gracias a la campaña de vacunación, unos 18 millones de personas —38% de la población— han recibido ya la pauta completa y están por tanto protegidas. Pero aunque una nueva posible ola entre jóvenes no produciría una alta presión sobre urgencias y UCI, sí puede afectar a la atención primaria. Y el hecho de que el virus circule tanto entre los jóvenes es un riesgo para la población de mayor edad que todavía no ha recibido la pauta completa. La variante delta sortea mejor la inmunización, lo que supone un peligro para quienes no han recibido todavía la segunda dosis, una situación en la que se encuentra el 51% de las personas de 60 a 69 años, y el 24% de los de 50 a 59. Es preciso, pues, acelerar la vacunación y estar alerta para reaccionar con rapidez con nuevas restricciones si la situación sigue empeorando.