Para revitalizar la relación transatlántica hay que invertir en la acción climática dirigida por los jóvenes
Aprovechemos la oportunidad para desarrollar programas, como un servicio civil medioambiental, que ayude a la recuperación, devuelva la confianza institucional y refuerce el vínculo occidental
A medida que dejamos atrás la pandemia de covid-19, los gobiernos a ambos lados del Atlántico empiezan a prestar atención a la recuperación económica y a hacer del clima una de sus prioridades.
Esta es una buena noticia, especialmente porque la relación transatlántica ha tenido dificultades para encontrar una razón de ser con visión de futuro desde que terminó la Guerra Fría. Y eso se nota sobre todo entre los jóvenes de hoy. A ellos, que no vivieron la experiencia liberadora de las revol...
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A medida que dejamos atrás la pandemia de covid-19, los gobiernos a ambos lados del Atlántico empiezan a prestar atención a la recuperación económica y a hacer del clima una de sus prioridades.
Esta es una buena noticia, especialmente porque la relación transatlántica ha tenido dificultades para encontrar una razón de ser con visión de futuro desde que terminó la Guerra Fría. Y eso se nota sobre todo entre los jóvenes de hoy. A ellos, que no vivieron la experiencia liberadora de las revoluciones en Europa central y del Este alrededor de 1990, les cuesta entender el valor intrínseco de la alianza occidental. Por suerte, los acontecimientos actuales —la búsqueda de una salida constructiva de la pandemia de covid-19, la llegada al poder del presidente Biden y la creciente necesidad de emprender medidas serias en relación con el clima— ofrece a esta generación una oportunidad única de revitalizar esta relación en otro tiempo llena de orgullo.
En este empeño, los jóvenes de las dos orillas del Atlántico deben desempeñar un papel crucial. El clima es su preocupación fundamental en muchos países. Todas las encuestas confirman que, para la gente joven, el cambio climático es el objetivo político más importante.
Según un sondeo del Eurobarómetro, el 67% opina que debe ser la máxima prioridad de la Unión Europea. En 23 de los 27 países en los que se hizo la encuesta, los jóvenes sitúan la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático por delante de cualquier otra cuestión. Entre otros, en Dinamarca (83%), Francia (81%) y Alemania (73%). Además, muchos creen que sus autoridades nacionales no piensan suficientemente en ellos en este ámbito político.
La importancia fundamental de los jóvenes en esta batalla se puso claramente de manifiesto recientemente con un fallo histórico del Tribunal Constitucional alemán, que declaró que el Gobierno no había cumplido su obligación de proteger los intereses de las generaciones futuras. ¿Por qué? Porque no habían establecido objetivos de control de emisiones suficientemente exactos y a largo plazo, según el tribunal.
Todo indica que las repercusiones de este fallo en la mayor economía de Europa darán todavía más motivos para que una nueva generación renueve la asociación relación transatlántica.
En Estados Unidos, el presidente Biden está impulsando una larga lista de medidas políticas que van mucho más allá de la reincorporación a los Acuerdos de París y refuerzan la importancia del clima en el gasto federal. Un elemento muy significativo de este plan es que también considera prioritaria la creación del Cuerpo Civil para el Clima (CCC), dirigido a los jóvenes estadounidenses.
El CCC es un programa de voluntariado, a imagen y semejanza del Cuerpo Civil de Conservación instaurado durante el New Deal. Constituye una triple inversión en el medio ambiente, la economía y los jóvenes, puesto que les ofrece unas oportunidades de empleo muy necesarias, pero además les proporciona los medios para tener un papel de peso en la lucha por la justicia y la conservación medioambiental. Está previsto que el CCC, que forma parte del plan de infraestructuras y empleo para los estadounidenses, reciba 10.000 millones de los tres billones de dólares presupuestados para el plan.
En Europa, el plan de la UE para hacer frente a las consecuencias económicas de la era pospandémica también otorgan al clima un lugar fundamental. Sin embargo, aunque el Plan de Recuperación para Europa va a repartir un total de 672.500 millones de euros entre los Estados miembros, de los que un mínimo del 37% debe ir destinado a proyectos relacionados con el clima, el proyecto tiene una laguna sorprendente. En ningún sitio figura como requisito que se ofrezcan oportunidades específicamente a los jóvenes, a pesar de que son los más afectados por las repercusiones económicas de la covid-19.
Dentro de los planes de recuperación tras la pandemia, habría que pensar en instaurar un Servicio Medioambiental Juvenil (YES, por sus siglas en inglés) de ámbito transatlántico. Como propuso el Berggruen Institute en un informe publicado en marzo de 2020, dicho programa debería ofrecer un año de servicio medioambiental remunerado a los jóvenes de 18 a 25 años.
Para ser suficientemente práctico, cada programa YES en Europa estaría financiado por la UE, pero se desarrollaría a nivel nacional. La faceta transnacional del programa podría consistir en programas de intercambio y proyectos compartidos. También podría incluir proyectos de cooperación mundial, como la limpieza de la Isla de Basura en aguas internacionales.
Este es el momento oportuno para una iniciativa así por varios motivos: primero, ya es hora de pasar de la protesta callejera a la acción constructiva. Segundo, además de grandes inversiones, necesitamos también un compromiso masivo para transformar el panorama medioambiental. Tercero, animar a los jóvenes a intervenir en la batalla más importante de nuestra vida puede contrarrestar el desinterés juvenil y restablecer la confianza en las instituciones democráticas. Cuarto, el programa promueve el desarrollo de aptitudes laborales, especialmente entre los grupos de jóvenes que han sufrido desproporcionadamente los perjuicios económicos de la covid-19. Quinto, promueve la integración de jóvenes de diversas comunidades y fomenta la solidaridad porque les hace trabajar por una causa común.
Aprovechemos, pues, la oportunidad que esta convergencia de prioridades y este sentimiento común de urgencia —por no hablar de la pura necesidad— nos brindan en este momento histórico. Desde su creación, hace más de 70 años, la relación transatlántica siempre ha tenido como objetivo desarrollar vínculos amplios y profundos entre las sociedades a través de los intercambios culturales y educativos y la cooperación científica.
En una época en la que entre los obstáculos comunes a los que nos enfrentamos están, además del cambio climático, los ataques del populismo y los regímenes iliberales a la democracia occidental, debemos aprovechar el legado de estas importantes tradiciones y los vínculos políticos prácticos para librar esta doble batalla con los jóvenes en cabeza. No solo necesitan tener en estos momentos oportunidades de empleo, sino que su sentimiento de urgencia es el que puede inspirar una nueva solidaridad que revitalice la asociación transatlántica en las próximas décadas.
Dawn Nakagawa es vicepresidenta ejecutiva del Berggruen Institute en Los Ángeles.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.