El año de la ‘staycation’ o la desgracia de una Inglaterra aislacionista

El sector del turismo británico espera quedarse con un gran bocado, unos millones de libras que su población dejaba habitualmente en el exterior por vacaciones

La llegada de turistas británicos a España y, más concretamente, a la Costa Blanca y a Benidorm, uno de sus destinos preferidos de sol y playa, será "poco probable" al menos hasta el mes de agosto.Mònica Torres

Ni Al Stewart y su Year of the Cat habían acertado tanto al denominar una era como la que hoy define el desgraciado momento británico. Desgraciado para todos los que aspirábamos a revisitar una y otra vez las cabinas rojas, el cambio de Guardia o las verjas de Buckingham Palace como si pudiéramos atisbar una Lilibet Diana ya imposible, porque la niña de Enrique y Meghan vive en América. Ay, Inglaterra. Qué nostal...

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Ni Al Stewart y su Year of the Cat habían acertado tanto al denominar una era como la que hoy define el desgraciado momento británico. Desgraciado para todos los que aspirábamos a revisitar una y otra vez las cabinas rojas, el cambio de Guardia o las verjas de Buckingham Palace como si pudiéramos atisbar una Lilibet Diana ya imposible, porque la niña de Enrique y Meghan vive en América. Ay, Inglaterra. Qué nostalgia.

La era mencionada se llama hoy The year of the Staycation, una especie de vacaciones en casa convertida en la bandera del turismo patriótico nacido de la pandemia. Ya que no podemos salir, disfrutemos de nuestro país. No estaba mal en plena pandemia. Pero.

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El Gobierno británico, el mismo que está colocando en centros de inmigración a españoles que no tengan permiso de trabajo sin que Boris Johnson se despeine (aún más), ha puesto en la lista ámbar (por no decir negra) a países antes tan cercanos como Portugal o España. Miles han tenido que dejar corriendo el Algarve antes de verse obligados a hacer cuarentena y pagar varias PCR para volver a casa; otros tantos se han quedado y asumen las consecuencias; y las empresas españolas tiemblan más ante la idea de la ausencia británica que ante una oleada de balconning masivo.

El año de la quedarse-vacación, por traducir malamente un término ya embrujado, es en realidad otra ola de la misma marea, otro eco del mismo aislacionismo que practica el Reino Unido bajo Johnson y que aún nos dará grandes disgustos.

Las cifras no son en realidad para tanto. El 60% de los británicos han recibido ya la primera dosis de la vacuna, sí, pero también lo han hecho el 42,8% de los españoles, que serán muchos más durante el verano. El 24,3% tiene ya la pauta completa en España y los ingresos, muertes e incidencia por habitante siguen bajando a un buen ritmo. Londres ha alegado el crecimiento de contagios en su país debido a las nuevas variantes, pero la verdad es que —por fortuna— eso no se traslada a muertes ni hospitalizaciones.

Lo que sí es cierto es que el sector del turismo británico espera quedarse con un gran bocado, unos 22.000 millones de libras (25.500 millones de euros), de los 54.800 que su población dejaba habitualmente en el exterior por vacaciones. Gracias al staycation. Nada mal. El continente europeo, como dijo aquel, seguirá aislado.

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