Apuntalar a Frontex
La UE debe reconsiderar a fondo cómo desarrollar una agencia fundamental que no funciona bien
El Tribunal de Cuentas europeo publicó el lunes un informe sobre Frontex que concluye sin ambages que la labor de la agencia europea de fronteras “no es suficientemente eficaz”. Los auditores señalan que “no ha cumplido de forma plena su mandato de 2016”, cuando se le encomendó una gestión integrada de la frontera exterior, pero siempre con los Estados miembros como últimos responsables. El tribunal teme que Frontex tampoco podrá cumplir su mandato de 2019, en e...
El Tribunal de Cuentas europeo publicó el lunes un informe sobre Frontex que concluye sin ambages que la labor de la agencia europea de fronteras “no es suficientemente eficaz”. Los auditores señalan que “no ha cumplido de forma plena su mandato de 2016”, cuando se le encomendó una gestión integrada de la frontera exterior, pero siempre con los Estados miembros como últimos responsables. El tribunal teme que Frontex tampoco podrá cumplir su mandato de 2019, en el que se amplían de nuevo sus competencias y pasa de un mero papel de coordinación a ejercer una función operativa con un cuerpo propio de hasta 10.000 agentes uniformados y armados.
La auditoría del tribunal refleja la inquietante situación de una agencia llamada a convertirse en la piedra angular de la protección de las fronteras exteriores, una tarea esencial para mantener la libre circulación de personas sin controles ni cortapisas dentro del espacio Schengen. El exhaustivo informe detalla tanto los problemas de gestión internos de Frontex como la falta de cooperación de los Estados miembros con una agencia centralizada a la que a menudo tratan con una reticente desconfianza.
La UE no puede permitirse una estructura fallida en un área tan sensible como la supervisión de las fronteras, imprescindible para combatir la delincuencia internacional y para regular los flujos de migración irregular. La respuesta de Bruselas a las periódicas crisis fronterizas y migratorias ha sido multiplicar el presupuesto y los recursos humanos de Frontex. Pero el resultado ha sido la creación de un gigante administrativo con pies de barro e incapaz de digerir una expansión tan acelerada.
El sistema europeo de vigilancia de fronteras debe ser objeto cuanto antes de una profunda remodelación. Tal y como recomiendan los auditores, el sistema de intercambio de información entre las autoridades nacionales y la agencia debe automatizarse. Frontex también debe adaptar y mejorar la gestión de unos recursos humanos que, según el tribunal, a veces “carecen de las competencias necesarias”. La agencia europea de fronteras tiene que granjearse la confianza de las autoridades nacionales y de la opinión pública. La experiencia del BCE, que también empezó con titubeos, muestra que la centralización de políticas tradicionalmente reservadas a la soberanía nacional es posible y puede ser exitosa, pero solo si se basa en la transparencia y en un adecuado escrutinio por los poderes de control. En ese sentido, resulta tranquilizadora la estrecha vigilancia a la que está sometida Frontex, que se halla bajo la lupa de distintos órganos comunitarios. Todas las investigaciones en marcha no deben servir para socavar o derribar a Frontex, sino para apuntalar a una agencia imprescindible.