‘Tolle, lege’

‘La vida pequeña’, de José Ángel González Sainz, es un libro sabio, o mejor, un conjunto de reflexiones en busca de la sabiduría

'La muerte de Séneca', de Manuel Domínguez Sánchez. getty images

Hay muchos libros interesantes, placenteros o útiles, pero hay pocos libros sabios. Son libros sabios los ensayos de Montaigne, las cartas de Séneca, las glosas de Don Sem Tob, los pecios de Ferlosio, en fin, un puñado. Guardando las distancias (José Ángel González Sainz me odiaría si lo comparara con los anteriores), su recién editado La vida pequeña (Anagrama) es un libro sabio, o mejor, un conjunto de reflexiones en busca de la ...

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Hay muchos libros interesantes, placenteros o útiles, pero hay pocos libros sabios. Son libros sabios los ensayos de Montaigne, las cartas de Séneca, las glosas de Don Sem Tob, los pecios de Ferlosio, en fin, un puñado. Guardando las distancias (José Ángel González Sainz me odiaría si lo comparara con los anteriores), su recién editado La vida pequeña (Anagrama) es un libro sabio, o mejor, un conjunto de reflexiones en busca de la sabiduría. Sesenta y tres capítulos que deben leerse despacio y a uno por día.

No es fácil decir por qué este es un libro sabio, ni mucho menos lo que la sabiduría cuente en la actualidad. Me valgo de un ejemplo de Don Sem Tob, el cual confiesa que se tiñe las canas, no por vanidad sino para que nadie acuda a importunarle con preguntas difíciles tras constatar que es un anciano. El sabio se tiñe de beocio para que le dejen en paz. Es la misma táctica que elige González Sainz para esbozar las más arduas cuestiones en modo “teñido”, o sea, con bella prosa literaria.

Pero ¿en qué consiste la sabiduría?, pues en “la festiva asistencia a lo que hay ahí cada vez en un ahora”. No es, como se ve, un saber académico. Esto no se aprende en la universidad y no puede ser el fruto de la enseñanza porque es “un saber colérico que al cabo se acaba transformando en una rara serenidad melancólica”. O lo que es igual, se alcanza la sabiduría cuando “pacificamos la guerra que nos mueven los continuos chorros de imágenes y palabras a todas horas y con mil ruidos” en cada ahí y ahora. Para ello hay que conquistar un silencio a ultranza, “como limpieza previa” o preludio del saber. Sin silencio no puede haber atención o sabiduría. Quienes no sigan estos avisos cuenten con el capítulo Teoría del perfecto gilipollas para conocerse mejor.

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