Pablo Casado... o Caosado
El líder del PP puede confiar en que habrá mucho voto contra Sánchez después de la pandemia pero él necesitará algo más que el papel de profeta del caos
Para la retórica populista, que es casi como decir la retórica política, caos es uno de sus fetiches simbólicos más recurrentes. En su repertorio palabrero, el caos es clave. Siempre hay amenaza de caos. Ayer mismo un parlamentario andaluz de Ciudadanos llamaba “Dios del caos” a Sánchez. Homérico. Esta semana el “caos jurídico” provocado por el Gobierno se ha multiplicado, lo mismo entre sus socios, incluso el eucarístico PNV, que entre los rivales. Pero sobr...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Para la retórica populista, que es casi como decir la retórica política, caos es uno de sus fetiches simbólicos más recurrentes. En su repertorio palabrero, el caos es clave. Siempre hay amenaza de caos. Ayer mismo un parlamentario andaluz de Ciudadanos llamaba “Dios del caos” a Sánchez. Homérico. Esta semana el “caos jurídico” provocado por el Gobierno se ha multiplicado, lo mismo entre sus socios, incluso el eucarístico PNV, que entre los rivales. Pero sobre todo en el PP. García Egea: “del estado de alarma al estado del caos”. Gamarra: “Caos y descontrol”. Montesinos: “el caos está instalado en España”. Y así uno tras otro; suma y sigue. La búsqueda de Pedro Sánchez+caos depara más de 5 millones de resultados en Google. Como si se nutrieran de la Teogonía de Hesiodo, el elemento vertebrador del relato contra el sanchismo es el caos. Pablo Casado, que bien podría ser llamado “Caosado” por esa propensión, tal vez debiera considerar que el prestigio como partido del orden no es algo que se adquiera anunciando el caos insistentemente.
Esta semana Casado protagoniza varios sondeos con un elemento común: el PP puede superar al PSOE. Es sólo una instantánea demoscópica in the middle of nowhere, lejos de las urnas, tras las elecciones de Madrid. Pero ahí coinciden Sigma2, NCReport e incluso Invymark para La Sexta. Y aunque Iglesias le haya disputado el TT como un león recién salido de la peluquería –¿quién recuerda ya a A. F. Molina?– el ganador virtual de la semana es Casado, con no pocos expertos en demoscopia planteando un cambio de tendencia. Es sólo una hipótesis, pero una hipótesis no inverosímil. De momento, eso sí, Casado parece creer que el pasaporte al éxito es apostar a una ayusización, y esa es una tentación peligrosa. Todo lo que hay más allá de Madrid puede ser provincia, como dijo Ortega, pero todo lo que hay más allá de Madrid no es Madrid. Y el líder del PP ya se ha subido a demasiados trenes en marcha.
Se diría que Casado, aunque se dejase crecer la barba en un transformismo capilar de menos impacto, no ha logrado definir lo que quiere ser de mayor. Fue a Colón compitiendo con Vox, después abjuró de Vox en la moción de septiembre ofreciendo una buena versión, después... en fin, nada que no forme parte de la versatilidad proteica de los liderazgos líquidos de la época, como Sánchez o Rivera, capaces de ir a bandazos buscando fórmulas ganadoras. Tradicionalmente uno de los puntos fuertes del PP había sido sostener un discurso único, pero de Feijoó a Ayuso, de Moreno a Iturgaiz, hay algo más que matices. Casado puede confiar en que habrá mucho voto contra Sánchez después de la pandemia —lo que Pierre Rosanvallon denomina ‘deselección’: la pulsión característica de votar contra quien ocupa el poder— pero él necesitará algo más que el papel de profeta del caos, como si a cada instante sonasen las trompetas del apocalipsis anunciando plagas y catástrofes. Como “Caosado” difícilmente ganará nunca. Tendrá que dar una oportunidad a Casado, si hay un Casado.