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No necesitamos otra Asamblea de Podemos, sino una verdadera asamblea ciudadana

Carolina Bescansa, Luis Alegre, Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Tania González, en la asamblea de Podemos en el Palacio de Vistalegre de Madrid, el 19 de octubre de 2014.Claudio Álvarez

Las fechas son individuales, el compromiso es compartido. El compromiso más allá de las siglas, de las tácticas, de los cálculos, de los nombres… Las fechas, sin embargo, nos pertenecen. Son ya un bien común, una parte de nosotros en la que reconocernos, una parte de todas y todos de la que nadie puede apropiarse.

Yo traigo aquella madrugada del 21 de mayo en la Puerta del Sol, con su grito mudo que decía que otra jornada de reflexión era posible. Traigo también ...

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Las fechas son individuales, el compromiso es compartido. El compromiso más allá de las siglas, de las tácticas, de los cálculos, de los nombres… Las fechas, sin embargo, nos pertenecen. Son ya un bien común, una parte de nosotros en la que reconocernos, una parte de todas y todos de la que nadie puede apropiarse.

Yo traigo aquella madrugada del 21 de mayo en la Puerta del Sol, con su grito mudo que decía que otra jornada de reflexión era posible. Traigo también aquella mañana del 26 de mayo, apenas tres años después, llorando de alegría al teléfono con aquel lejano representante electoral que se había gastado los últimos ahorros de su subsidio en mandar cinco diputados a Europa.

El compromiso es compartido. De todos y de nadie. Como la esperanza: a partir de ese momento, ya solo se trataba de atreverse. Atreverse a cometer errores, a aprender de tantas fechas, de tantos compromisos, de tantas y tantas personas que exigían dignidad y futuro.

Y bien que cometimos errores. Y bien que aprendimos a encajar los golpes y a regatear en corto, a admirar heroísmos y a convivir con miserias; a discutir con nuestros adversarios y a construirlos, a defender nuestras ideas y a ocultar nuestros fallos. Y sí, en algún momento llegó el otoño, la rutina, los reglamentos, los calendarios empezaron a tener dueño y los compromisos personales, destino.

Yo sí creo en las personas, ¡cómo vivir sin eso! Creo, como tantos, que la gente lucha por sus ideas, por sus compromisos. Más allá incluso de las vinculaciones ideológicas, creo en la honestidad que flota sobre el mar de miserias de eso que llaman coyuntura. Creo en la construcción compartida de un mundo mejor. Creo, como tantos, en el futuro, en la fuerza republicana, en las diferencias políticas dentro y fuera de las instituciones democráticas. Creo en la justicia como refugio último de los que solo poseen razón, en la política como único puente hacia el progreso en libertad, en la revolución como fuerza de los muchos frente al egoísmo y en los derechos como refugio último de los pocos frente a la incomprensión y la desigualdad. Y creo, como tantos, firmemente en la honestidad de las personas que dirigen mi partido. Creo que no les guía otra idea que la conquista y ampliación de los derechos sociales y las libertades públicas, y creo también de una manera dolorosamente crítica que están fatalmente equivocados.

Han sido siete años larguísimos, repletos de audacia, sacrificio y éxitos. Siete años que han revolucionado la clase política de este país, que han impugnado los silentes consensos que atrapaban las viejas formas de hacer política en España. Creo en el sacrificio individual que hemos compartido; y también creo firmemente que la estrategia centrada en empequeñecer lo que nació para ser grande, en cerrar lo que nació para estar abierto, en separar lo que nació para unirnos, solo nos conduce a la casilla de salida de la impotencia y la resignación, al callejón oscuro de la rabia y la frustración.

Creo que cuanta más velocidad, menos transparencia; cuanta más acumulación de cargos, menos organicidad; cuantos más eslóganes, menos debate; cuantos más enemigos internos, más oportunismo; cuántos más marcos, menos ventanas. No, no se trata de acusar a nadie de nada, se trata de no seguir jugando a un proceso político en el que todo el mundo acaba marchándose porque las cartas están marcadas. Se trata de no seguir cometiendo los errores de los que todos somos víctimas y culpables, pero que a fin de cuentas nos han hecho perder prácticamente todas las fechas y todos los compromisos colectivos por el camino.

No, no se trata de ser o no críticos. Crítico fue el momento en el que dejamos de reconocernos, cuando se perdió el objetivo compartido; el compromiso que era con todos y con nadie. El compromiso colectivo.

Y crítico es el momento ahora: si alguien cree que basta una lista oficial, media docena de cargos públicos y un eslogan en una web para recuperar ese compromiso es que jamás ha sentido lo que significa compartirlo.

Y si alguien cree que basta otro proceso interno, otra patada a seguir, para levantarse una mañana más en el camino que va desde la decadencia hacia la irrelevancia — con las variadas excusas del victimismo como único alimento — habrá que recordarle que quedarse solo es, desde luego, la más triste de las victorias.

No necesitamos otra Asamblea de Podemos. Necesitamos una verdadera asamblea ciudadana. Una asamblea abierta, incluso sin plazos, en la que discutir hasta el último de los procedimientos. Necesitamos volver a vernos como nos vimos por primera vez en Vistalegre hace ya casi siete años. Volvernos a ver. Todas y todos. Con lo que hemos aprendido. Volvernos a ver con los que se cansaron, los que se decepcionaron, los que se marcharon, los que vinieron luego. Volvernos a ver con los que se convirtieron en nuestra familia y a los que no volvimos a ver, a los que acertaron y a los que se equivocaron, a los que se fueron y a los que echamos, a los que ganaron y a los que perdieron.

Necesitamos volver a vernos y barajar todas las cartas; abrir las puertas a los liderazgos y a los amigos perdidos; abrir las ventanas a los importantes y a los anónimos; mandar un mensaje a los mandarines y a los resentidos; recibir a los individuales y a los colectivos, a los que vienen con siglas y a los que solo traen preguntas. De fuera adentro, acogiendo. De abajo arriba, empoderados. Sin más afiliación que una sonrisa. Sin más programa de partida que la razón, la honestidad, la justicia y los Derechos Humanos. Sin más representación que ofrecer una alternativa a los que creen que en este país no siempre se gobierna para la mayoría, con la clara transparencia de que, otra vez, o luchamos juntos o nos ignorarán por separado.

Nuestra historia es colectiva cuando el compromiso es compartido. Y el compromiso significa ahora ponernos de verdad, con todas y todos, a trabajar más allá de Podemos. A trabajar en el día a día, conscientes de que la confianza es una actitud, no una identidad. A trabajar en asaltar la tierra. Con respeto, cuidado y dedicación. Porque es ahí donde vivimos. Porque es ahí donde queremos vivir. Con derechos, con justicia y con dignidad.

Gloria Elizo es vicepresidenta tercera del Congreso de Diputados por Unidas Podemos.

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