El duelo es Sánchez y Ayuso

El presidente, desde el salto a la arena madrileña de su ex vicepresidente como espontáneo, salió al quite poco dispuesto a ceder ni un minuto de gloria

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este jueves en Luanda durante su visita oficial a Angola.AMPE ROGERIO (EFE)

Aunque Isabel Díaz Ayuso recibiera a portagayola a Pablo Iglesias —¡comunismo o libertad!— con la certeza de estar ante un morlaco corniveleto de embestida tentona al que podía sacarle una gran faena electoral, la realidad es que su rival en el ruedo es Sánchez. Mano a mano. El presidente, desde el salto a la arena madrileña de su ex vicepresidente como espontáneo, salió al quite poco dispuesto a ceder ni un minuto de gloria. Sánchez se...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Aunque Isabel Díaz Ayuso recibiera a portagayola a Pablo Iglesias —¡comunismo o libertad!— con la certeza de estar ante un morlaco corniveleto de embestida tentona al que podía sacarle una gran faena electoral, la realidad es que su rival en el ruedo es Sánchez. Mano a mano. El presidente, desde el salto a la arena madrileña de su ex vicepresidente como espontáneo, salió al quite poco dispuesto a ceder ni un minuto de gloria. Sánchez se interpuso no por evitar ese duelo al sol —allá ellos si montan un pulso de pasiones a lo Jeniffer Jones y Gregory Peck— sino para atraer los focos fijando los reyes del tablero. Iglesias es un actor secundario, como también Monasterio, ambos con apellidos eclesiásticos que no ocultan las órdenes menores; y lo mismo Gabilondo, un perfil poderoso más de político nórdico de los setenta que de la España populista del declive del 78. Aquí se miden PP y PSOE, o Sánchez y Ayuso. Tanto es así que Vox ha ido a Vallecas a organizar un acto desafiante, y Podemos le ha ido al trapo jaleando la violencia como en Cataluña con la coartada antifascista, para tener sus minutos de gloria en primera página.

Va de suyo que Iglesias y Abascal repetirán el espectáculo, con variaciones interminables llenas de ruido y de furia. Pero esto seguirá yendo de Sánchez y Ayuso. Abascal podrá sacar pecho en espacios hostiles como si fueran el Monte Arruit allá por el Desastre de Annual; e Iglesias podrá grabarse cien videos usando esa latiniparla antifascista que acaba siempre por parecer un monólogo del Club de la Comedia con su iguala de jerséis republicanos salvo que toque sudadera de una serie de Netflix, pero esto efectivamente seguirá yendo de Sánchez y Ayuso. A la presidenta de Madrid, que por supuesto tiene un ojo en Génova, donde flaquea Casado, le interesa figurar como líder de La Resistencia de la derecha española al sanchismo; y a Sánchez le conviene que toda la derecha se sintetice en Ayuso, un perfil adorado en Madrid pero inquietante para los demás barones con clientelas moderadas de la periferia.

Sánchez ha bajado al barro de las elecciones, y una vez más anuncia en campaña el final del virus o de la alarma. Demasiadas veces ya. Es probable que pocos se hayan creído sus cifras de vacunación, y no porque sean falsas, sino porque ya antes han sido falsas demasiadas veces. Ayuso va a boicotear cada acuerdo interterritorial con esa retórica libertaria que MAR copia del vademecum bannoniano de las campañas de Trump, para convertirla en diana de los medios que la fortalecen a golpe de caricatura como si fuese un cruce de Sarah Palin y Cruella de Vil (esta semana, mientras Ximo Puig negociaba con Janssen o Merkel aceptaba el órdago Sputnik de Baviera, convertían a Ayuso en un trasunto del viejo Zeus secuestrando a la indefensa Europa). Sánchez y Ayuso saben que en Madrid se juegan mucho más que Madrid. Y a todo esto ¿qué pasa con Madrid? Bueno, como en Cataluña, no les pidamos que además se preocupen de los problemas de la ciudadanía.

Sobre la firma

Más información

Archivado En