Ayuso, Iglesias... ¡y el centro!
Los restos del partido naranja constituyen una subasta clave de estos comicios, porque difícilmente alcanzará el 5%
El reparto de cartas en Madrid está muy definido, desde el minuto 1 de precampaña, hacia los extremos. La puja radical corre a cargo de Iglesias y de Ayuso, que estrangula el espacio de Vox con su discurso seudolibertario de inspiración trumpista. Claro que ella también se beneficia de la animadversión, a menudo hasta la caricatura, por parte de la izquierda mediática. Su estrategia de polarización gana, por supuesto, con ...
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El reparto de cartas en Madrid está muy definido, desde el minuto 1 de precampaña, hacia los extremos. La puja radical corre a cargo de Iglesias y de Ayuso, que estrangula el espacio de Vox con su discurso seudolibertario de inspiración trumpista. Claro que ella también se beneficia de la animadversión, a menudo hasta la caricatura, por parte de la izquierda mediática. Su estrategia de polarización gana, por supuesto, con la irrupción de Iglesias (“comunismo o libertad”) como al revés con la absurda épica antifascista (“hacer frente a la derecha criminal”). Para Iglesias es más sencillo desplegar su relato frente a Ayuso; como para Ayuso frente a Iglesias. Claro que esta polarización ha despejado el carril central como nunca, al coincidir además con la previsión de un batacazo histórico de Ciudadanos tras la chapucera Operación Murcia ignorando, entre la ingenuidad y la irresponsabilidad, la fractura explosiva que tenían allí.
Más que El disputado voto del señor Cayo, aquella novela de la Transición de Miguel Delibes, esto va a ser El disputado voto del señor de Ciudadanos. Los restos del partido naranja constituyen una subasta clave de estos comicios, porque difícilmente alcanzará el 5%. Hay demasiados incentivos para no apostar por esa papeleta, aunque Edmundo Bal sea un político de cualidades notables. Y más ante la ausencia de Arrimadas, muy desaparecida en mitad del naufragio. Por eso el PSOE puja ahí. Hana Jalloul ha dicho que “estamos en un empate a votos entre progresistas y conservadores, entre la izquierda y la derecha, y los votantes de Ciudadanos son los que deciden la victoria”. O sea: “El objetivo está claro”. Saben cuál es su campo de batalla. Ayuso puede sumar con Vox según los sondeos, pero no tan sobrada; y si Gabilondo atrae voto moderado, mientras los dos grupos a la izquierda movilizan sus electorados, hay partido.
Los primeros mensajes de la campaña de Gabilondo apuntan ahí: “Con este Iglesias no”. Ciertamente la credibilidad del PSOE es limitada, puesto que Sánchez ya quemó ese cebo con el titular del insomnio días antes del abrazo a Iglesias y su mayoría de legislatura con ERC y Bildu en el pack, pero Gabilondo tiene un perfil de mayor crédito. Por supuesto no existe un Efecto Gabilondo, al revés, pero esa es a la vez su ventaja haciendo, de la necesidad, virtud; de ahí el buen eslogan del soso. Lo que en Sánchez era impostado, en Gabilondo resulta auténtico. En definitiva, la izquierda parte en desventaja en el escenario polarizado, pero en el centro hay un área de oportunidad. Por eso Génova reacciona filtrando que Vox no estará en el Gobierno Ayuso mientras se postulan como casa común del centroderecha, algo quizá verosímil en Galicia o Andalucía, pero no en Madrid. En todo caso, comienza la caza del centrista huérfano. Claro que habrá quien dude, parafraseando a Jardiel, que haya 11.000 centristas.