LEER PARA CREER

Sí, soy una extraña en mi país

El nuevo libro de Leila Slimani profundiza en las raíces del extrañamiento entre musulmanes y europeos

La escritora Leila Slimani.JUAN BARBOSA

No hay buena noticia que no esconda una mala. Y la buena hoy es la publicación de El país de los otros (Cabaret Voltaire), un libro de Leila Slimani para devorar sin esperar ni un minuto más. Corran a leerlo. La autora francesa nacida en Rabat nos brinda una de esas historias familiares entrecruzadas que explican por qué nuestra vida es compleja y nada es blanco o negro, bueno o malo. Esta es la historia: una joven francesa se enamora y se casa con un soldado marroquí, ambos viajan a instalarse en Meknés y a partir de a...

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No hay buena noticia que no esconda una mala. Y la buena hoy es la publicación de El país de los otros (Cabaret Voltaire), un libro de Leila Slimani para devorar sin esperar ni un minuto más. Corran a leerlo. La autora francesa nacida en Rabat nos brinda una de esas historias familiares entrecruzadas que explican por qué nuestra vida es compleja y nada es blanco o negro, bueno o malo. Esta es la historia: una joven francesa se enamora y se casa con un soldado marroquí, ambos viajan a instalarse en Meknés y a partir de ahí nos vamos enredando en las complicaciones de la vida mixta, de la diferencia, de la dificultad para conciliar el bienestar con la exclusión y del sentimiento de extrañamiento cuando eres extranjero entre nacionales, cuando eres occidental entre marroquíes, cuando eres mujer en una cultura machista o cuando eres marroquí en Francia. Cruces de complejidades que nos alejan de la igualdad.

Y entonces llega la mala noticia. “Aquí las cosas son así”, le dice el marido marroquí a su esposa al imponer su voluntad en su tierra. Los sucesos arrancan en 1947, pero sigue ocurriendo hoy.

Portada de 'El país de los otros' de Leila Slimani.Cabaret Voltaire
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La joven Mathilde es tan extraña en Meknés como lo era su marido, Amín, en Alsacia, donde combatía con el Ejército francés en la II Guerra Mundial. Aquellos ciudadanos de las colonias que lucharon por Francia forman hoy parte de la minoría musulmana de seis millones de personas, que en buena parte siguen siendo extraños en el país que es suyo. En Francia, a diferencia del mundo anglosajón más partidario del modelo de la integración, la asimilación ha sido el arma empleada por el Estado en su admirable combate por la laicidad. Otro asunto es que, como resultado, los jóvenes que no pueden exhibir velos o símbolos religiosos en colegios o lugares públicos sean además los mismos que sufren más paro, más exclusión y menos representación que la que les corresponde en los medios, la educación, la política o la ciencia.

Los guetos levantados de facto en Francia para musulmanes, habitantes habituales de extrarradio, han sido el germen de la desafección, del conflicto y, más recientemente, caldo de cultivo de una radicalización que ha desembocado en constantes atentados islamistas. La decapitación del profesor Samuel Paty fue la última y horrorosa señal de alarma. Si esos musulmanes se sienten en “el país de los otros”, parafraseando el título de Leila Slimani no vamos a arreglar nada. La nueva ley para controlar el islamismo radical aprobada esta semana introduce nuevos pasos en la tradición de asimilación, que no de integración. Sin los suficientes palancas para trabajar por la igualdad real.

Acaso este libro de Leila Slimani nos sirva para entendernos mejor.

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