Una llave muy pesada

No hay trasvase de votos entre bloques, pero en los dos polos de la confrontación han avanzado las dos fuerzas políticas partidarias del diálogo

Pere Aragonès y Oriol Junqueras en su comparecencia para valorar los resultados de las elecciones catalanas.Alberto Estévez (EFE)

Aunque una primera lectura de los resultados indica que el independentismo mantiene su hegemonía e incluso puede superar la barrera del 50% de los votos si se cuentan los cosechados por el PDeCAT, el escenario político catalán ha cambiado. No hay trasvase de votos entre bloques, pero en los dos polos de la confrontación han avanzado las dos fuerzas políticas partidarias del diálogo. El virtual empate entre las tres primeras fuerzas políticas hace posible, al menos sobre el papel, la conformación de dos posibles mayorías de gobierno, una en torno al eje identitario, de ERC, Junts y la CUP, y ot...

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Aunque una primera lectura de los resultados indica que el independentismo mantiene su hegemonía e incluso puede superar la barrera del 50% de los votos si se cuentan los cosechados por el PDeCAT, el escenario político catalán ha cambiado. No hay trasvase de votos entre bloques, pero en los dos polos de la confrontación han avanzado las dos fuerzas políticas partidarias del diálogo. El virtual empate entre las tres primeras fuerzas políticas hace posible, al menos sobre el papel, la conformación de dos posibles mayorías de gobierno, una en torno al eje identitario, de ERC, Junts y la CUP, y otra de signo progresista, formada por ERC, el PSC y los comuns. La llave la tiene Esquerra Republicana. El partido republicado ha logrado por fin el ansiado sorpasso sobre Junts, que ya esperaba en 2017, pero no ha sido un vuelco contundente. La decisión no será cómoda ni exenta de peligros.

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Si forma gobierno con Junts se arriesga a repetir la nefasta experiencia de inestabilidad y bronca permanente de la última legislatura, con un aliado que seguirá compitiendo por la representación del espacio independentista y que está dispuesto a mantener la política de confrontación que supone una enmienda a la totalidad al giro hacia el realismo político con el que ERC trata de superar el fracaso del procés. Si a ello se añade la necesidad de contar con la CUP, un partido antisistema, asambleario e imprevisible, la posición de ERC al frente de la Generalitat puede llegar a ser incómoda y difícil. No hay que olvidar que estas elecciones se han celebrado por la incapacidad de los dos partidos soberanistas de sostener la coalición y de llegar a un acuerdo para investir a un nuevo presidente tras la inhabilitación de Joaquim Torra. ERC ha sido hasta ahora prisionero de Junts per Catalunya y si no marca distancias, lo seguirá siendo.

La otra posible mayoría de gobierno no resulta más fácil. Tanto a ERC como al PSC podría llegar a interesarles encontrar puntos de encuentro, una fórmula que garantice la estabilidad política en Cataluña y en España al mismo tiempo. Se trataría de intercambiar un apoyo socialista a un Gobierno presidido por ERC en Cataluña a cambio de un apoyo de este partido al Gobierno de Pedro Sánchez. El hecho de que no haya elecciones a la vista y el debilitamiento del PP abre una ventana de oportunidad para un cambio de este tipo. Pero choca con dos grandes obstáculos. En primer lugar, las resistencias internas en el PSOE. Pedro Sánchez tendría que dar pasos significativos que permitan a ERC demostrar que la vía del diálogo da frutos. Y también choca con la estrategia seguida hasta ahora por Oriol Junqueras, que pretende convertir a ERC en el gran partido nacionalista catalán, al estilo del Partido Nacionalista Escocés. Pero si el partido de Nicola Sturgeon ocupa la posición de dominio en Escocia es por el hundimiento del laborismo. En estas elecciones se ha visto que el socialismo catalán no está precisamente en retroceso, de modo que esa estrategia tal vez no sea la más adecuada.


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