Editorial

Diálogo necesario

Cataluña necesita apuntalar mayorías que trabajen para todos los ciudadanos

El candidato de ERC a la Presidencia de la Generalitat, Pere Aragonès, en un acto de campaña en el Camp de la Bota de Barcelona.MARC PUIG - ERC (Europa Press)

La primera mitad de la campaña catalana ha permitido vislumbrar algunas grietas en los dos bloques que han caracterizado la vida política de esa comunidad los últimos 10 años, etapa que incluyó, tras la deriva ilegal del independentismo, la mayor crisis constitucional sufrida por España desde el 23-F. Sin embargo, se trata de grietas mínimas y sepultadas debajo de una clase de retórica propagandística que hace difícil confiar en que realmente pueda llegar a empezar el cambio de marco político tan necesario. Cataluña ne...

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La primera mitad de la campaña catalana ha permitido vislumbrar algunas grietas en los dos bloques que han caracterizado la vida política de esa comunidad los últimos 10 años, etapa que incluyó, tras la deriva ilegal del independentismo, la mayor crisis constitucional sufrida por España desde el 23-F. Sin embargo, se trata de grietas mínimas y sepultadas debajo de una clase de retórica propagandística que hace difícil confiar en que realmente pueda llegar a empezar el cambio de marco político tan necesario. Cataluña necesita dejar atrás la nefasta etapa anterior. Ello por supuesto empieza por el respeto del Estado de derecho y de la convivencia y por abandonar la dinámica con la que el secesionismo usó la Generalitat como trinchera desde la que enarbolar banderas más que como institución para resolver problemas de los ciudadanos. Pero también pasa por intentar abrir vías de diálogo e interacción.

Dada esa premisa, debe observarse que todas las encuestas electorales apuntan a que serán necesarios pactos y acuerdos de dos o más partidos para garantizar la gobernabilidad de Cataluña. Esta situación no es nueva en una comunidad en la que siempre ha gobernado un mínimo de dos partidos. Lo hicieron Convergència y Unió durante 23 años; socialistas, republicanos y ecosocialistas durante los dos tripartitos, y luego una miríada de coaliciones más o menos independentistas hasta hoy. La novedad con respecto a la última etapa es que los ciudadanos están pidiendo con vigor priorizar la eficiencia de los servicios públicos, la salida a la crisis y evitar que la cuestión territorial, que tanto ha enconado la política catalana, lo siga monopolizando todo. Esta debería ser la estrella polar de la nueva legislatura.

Para lograrlo será necesario superar el marco político anterior y esto requiere la búsqueda de puntos básicos de entendimiento entre formaciones si se quiere evitar el riesgo de que Cataluña siga siendo pasto del desgobierno y fuente de inestabilidad. Las urnas señalarán cuál es la voluntad de la sociedad catalana. Las fórmulas para lograr ámbitos de cooperación más transversal son variadas, ya sea con coaliciones de gobierno entre partidos de uno y otro bloque o con pactos de gobernabilidad que permitan apuntalar mayorías que trabajen para todos. El veredicto de las urnas marcará el camino. Sobre esa base habrá que ponderar las opciones. De antemano, no caben ingenuidades, pero tampoco tiene sentido ninguno instalarse en el frentismo verbal. No es de recibo que los partidos hayan dedicado los primeros días de campaña a trazar en sus discursos muros infranqueables y a descartar posibilidades de cooperación que pueden ser imprescindibles dentro de apenas siete días.

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La brújula moral obliga a abrir una etapa alejada del aventurismo anticonstitucional y concentrada en la atención a la crisis sanitaria y económica.

No es hora de aferrarse a vetos cruzados. Los partidos deberían concentrarse en perfilar respuestas a esos problemas urgentes, y no dedicarse a dinamitar posibilidades de diálogo, que pueden ser una oportunidad para abrir una nueva etapa que está en el interés de todos los catalanes.

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