Editorial

Mejorar la alerta

Una mayor anticipación y contundencia en los mensajes habría ayudado a interiorizar la gravedad de la amenaza

Varias personas, algunas con esquís, caminan por el centro de la Gran Vía, en Madrid, este sábado.Samuel Sánchez

Buena parte del territorio español sufre la embestida de una excepcional tormenta. La nevada, la más intensa en décadas, ha provocado una situación de grave emergencia, paralizando los transportes, especialmente en Madrid. El escenario es de extrema dificultad, con cadenas de suministro bloqueadas y servicios públicos muy golpeados en sus capacidades. La previsión de una...

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Buena parte del territorio español sufre la embestida de una excepcional tormenta. La nevada, la más intensa en décadas, ha provocado una situación de grave emergencia, paralizando los transportes, especialmente en Madrid. El escenario es de extrema dificultad, con cadenas de suministro bloqueadas y servicios públicos muy golpeados en sus capacidades. La previsión de una prolongada ola de frío complica el escenario, y agrava la angustia ciudadana, especialmente de las personas en situación frágil o de dependencia.

Es obvio que las Administraciones no pueden disponer de medios adecuados para fenómenos tan excepcionales como este. Pero sí cabe esperar que los protocolos de alerta ciudadana y de preparación de los servicios sean eficientes. En otros países, las autoridades tienen afianzadas praxis de alerta muy incisivas, con contundentes comparecencias de líderes políticos o difusión masiva de mensajes vía teléfonos móviles. En el caso de la tormenta Filomena sí hubo alertas previas, pero hubiese sido oportuna una mayor anticipación y contundencia. La ciudadanía de las áreas afectadas afronta con toda probabilidad la perspectiva de vivir los próximos días sin acceso —o con acceso mínimo— a suministros básicos. Es razonable creer que buena parte no interiorizó adecuadamente la gravedad de la perspectiva. En ello, la responsabilidad es de las autoridades, no de los ciudadanos.

Circunstancias como estas involucran a Administraciones de distinto tipo —y distinto color—. Competencias y responsabilidades se reparten entre ellas. La prioridad, obviamente, es superar la emergencia con todos los recursos disponibles. Después, habrá que aprender lecciones, doblemente importantes ya que es racional esperar cada vez más fenómenos climatológicos extraordinarios en el futuro. En esa tarea, sería preciso no utilizar la habitual aproximación de polémica partidista que nubla la perspectiva de prácticamente cualquier debate en este país. Por último, convendrá desmontar desde la racionalidad y con contundencia cualquier argumento que aproveche el frío para el negacionismo del cambio climático.

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