Columna

Gentrificación y barreras de entrada

De cerca, muchas enemistades son tácticas y tienen que ver más con el poder que con la ideología

Concentración en la plaza de Sant Jaume de Barcelona en defensa del modelo de inmersión lingüística.TONI ALBIR (EFE)

La gentrificación es agradable mientras la puedes pagar. Luego buscas formas para que los demás no entren. El punto óptimo es que tú te hayas instalado y los demás no puedan. El ascensor social debería pararse cuando yo me baje.

Hablamos de la gentrificación y la construcción de obstáculos cuando hablamos de ciudades, pero puede verse en otros sitios. Los conflictos en las empresas, las redacciones o los partidos (o entre generaciones de inmigrantes), responden a menudo a ese patrón. Cuanto más lejos estás, más importancia das a las desavenencias de ideología y cosmovisión. De cerca, m...

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La gentrificación es agradable mientras la puedes pagar. Luego buscas formas para que los demás no entren. El punto óptimo es que tú te hayas instalado y los demás no puedan. El ascensor social debería pararse cuando yo me baje.

Hablamos de la gentrificación y la construcción de obstáculos cuando hablamos de ciudades, pero puede verse en otros sitios. Los conflictos en las empresas, las redacciones o los partidos (o entre generaciones de inmigrantes), responden a menudo a ese patrón. Cuanto más lejos estás, más importancia das a las desavenencias de ideología y cosmovisión. De cerca, muchas enemistades son tácticas y tienen que ver más con el poder que con la ideología. Uno quiere el poder para acometer una misión; cuando tiene el poder, conservarlo se convierte en la misión. Las alianzas son circunstanciales y muchas veces las grandes visiones son una excusa para aglutinar a los tuyos o atacar al rival.

El debate entre distintas corrientes del feminismo sobre los derechos trans es también una disputa sobre la hegemonía del feminismo. Hay un componente generacional. Las dos corrientes creen en la igualdad y en la protección de un colectivo históricamente maltratado: de nuevo, muchas diferencias son de matiz, pero eso hace que la discusión sea más áspera. También, algunos argumentos recuerdan a momentos anteriores: por ejemplo, cuando a las feministas se les decía que extender a las mujeres derechos que ya tenían los hombres sería contraproducente.

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En algunos casos, la protección a las lenguas minoritarias, que parte del deseo de conservación de un patrimonio cultural, sigue un proceso similar de demarcación de un territorio y construcción de una barrera. Se repiten otras cosas. Kirmen Uribe escribía sobre la educación que recibió su padre, hablante de euskera, durante el franquismo: un profesor no entendía que el castellano “para mi padre era su segunda lengua y por ello le costaba hablarla. Aunque ahora nos parezca una barbaridad, aquel maestro premiaba el monolingüismo y castigaba al bilingüe”. Puede aplicarse a la inmersión lingüística.

Por supuesto, las ideas importan. Aquí solo hablo de la estructura del debate, y de la sorpresa que puede sentir quien defiende un proyecto de emancipación al encontrarse de pronto del otro lado, como cuando reconoces a tu padre o tu madre en una expresión que has dicho o al ver tu reflejo en un escaparate. @gascondaniel

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