Acelerón totalitario
Sólo la colocación de urnas camufló el embauque del domingo y la acelerada mudanza hacia la dictadura del partido de la revolución de Hugo Chávez
La teatralización electoral de Venezuela asignó un papel estelar en la Asamblea Nacional a la ministra del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, Iris Varela, cuya contribución al mundo de las ideas y la reconciliación abarca desde la propuesta de incautar las propiedades de los dirigentes de la oposición a la sugerencia de que hagan acopio de vaselina porque el palo que les van a meter no es de agua. Durante un debate, la llavera de los presidios compartió pluralismo con la esposa de Maduro, un evangélico en busca de púlpito y un opositor abducido. En lo fundamental, la simulación de p...
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La teatralización electoral de Venezuela asignó un papel estelar en la Asamblea Nacional a la ministra del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, Iris Varela, cuya contribución al mundo de las ideas y la reconciliación abarca desde la propuesta de incautar las propiedades de los dirigentes de la oposición a la sugerencia de que hagan acopio de vaselina porque el palo que les van a meter no es de agua. Durante un debate, la llavera de los presidios compartió pluralismo con la esposa de Maduro, un evangélico en busca de púlpito y un opositor abducido. En lo fundamental, la simulación de participación y disenso, estuvieron de acuerdo.
Sólo la colocación de urnas camufló el embauque del domingo y la acelerada mudanza hacia la dictadura de partido de la revolución de Hugo Chávez, legitimada por los saqueos del Pacto de Punto Fijo y las generales de 1998, y pauperizada por sus legatarios cuando les faltó el carisma y las regalías petroleras que carburaron la justicia distributiva del caudillo. Convicciones democráticas nunca las hubo. La sociología subraya obviedades ignoradas por quienes las desprecian: la participación es tan fundamental para la democracia como la sangre para el cuerpo. A mayor participación y circulación de ideas, más Estado de derecho, que desaparece cuando solo circulan detritus y allanamientos institucionales.
No hacía falta la demoscopia para anticipar la generalizada abstención, la plebiscitaria renuncia a unos comicios articulados para expugnar el Parlamento, misión imposible sin el mangoneo de la Constitución, la Ley de Procesos Electorales y la fragmentación del contrario. La cuenta de la vieja del régimen fue esta: como la oposición mayoritaria no votará, si sumamos los cinco millones que se han ido y no votarán y los millones que no pudieron irse y tampoco votarán, lo harán los figurantes, los posibilistas y los nuestros, convencidos o a punta del Carné de la Patria: acarreados por su dependencia del Estado en la obtención de frijoles, empleo y contratos. Suficiente para cantar victoria.
El desconocimiento de Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos es lección aprendida, constatación del dinamismo de la mudanza hacia el apagón de libertades: la oscuridad pretendida. Venezuela exhibe el cansancio de una sociedad inerme, chantajeada por el número dos, que exigió votos a cambio de comida, y sumida en el fatalismo, las pifias opositoras y un totalitarismo que maniobra con la coacción y el potro.
La responsabilidad de quienes instaron al boicot del embuste no acaba en su denuncia. El divorcio entre Henrique Capriles y Leopoldo López es la clave de bóveda de la desbandada antigubernamental. Sus ambiciones y diferencias son tan respetables como punible el enquistamiento de una rivalidad más perniciosa que el sembrado de trampas chavista. Juntos ganaron las parlamentarias de 2015 y juntos hubieran debido permanecer contra la distorsión del derecho ciudadano al sufragio y la alternancia.