Columna

Más que un tratado

La firma del mayor acuerdo comercial del mundo entre países asiáticos va más allá de lo económico. Es un toque de atención a la UE y a EE UU

Videoconferencia para la firma del tratado de constitución de la RCEP, la mayor alianza de libre comercio del mundo.EFE

Que esta semana China y otros 14 países asiáticos, entre ellos Japón y Corea del Sur, hayan firmado el mayor acuerdo comercial del mundo, equivalente a casi un tercio de la riqueza y de la población global, va más allá de lo económico. Es un toque de atención a la Unión Europea y a Estados Unidos.

El RCEP, o Asociación Económica Integral Regional, como se traduce en español, va a cambiar la forma en que Asia hace negocios. Empezando porque bajarán los aranceles en el 90% de las mercancías y se simplificarán las normas de origen, los criterios para determinar de dónde viene un producto, ...

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Que esta semana China y otros 14 países asiáticos, entre ellos Japón y Corea del Sur, hayan firmado el mayor acuerdo comercial del mundo, equivalente a casi un tercio de la riqueza y de la población global, va más allá de lo económico. Es un toque de atención a la Unión Europea y a Estados Unidos.

El RCEP, o Asociación Económica Integral Regional, como se traduce en español, va a cambiar la forma en que Asia hace negocios. Empezando porque bajarán los aranceles en el 90% de las mercancías y se simplificarán las normas de origen, los criterios para determinar de dónde viene un producto, lo que facilitará que los socios comercien más entre sí y menos con el exterior. La Unión Europea está analizando cómo nos va a afectar eso, pero contemos ya con perder peso en la zona más dinámica del planeta.

El gran beneficiado de esta alianza gigantesca es Pekín, que lleva ocho años intentando sacarla adelante. Todavía tardará en ratificarse, pero cuando lo haga veremos unas reglas del juego a la medida de China. No hay capítulo de exigencias medioambientales ni de derechos laborales. Y Estados Unidos se ha quedado fuera. Pekín, maestra de ceremonias, le devuelve una bofetada histórica a Washington. En 2008 Obama retomó la idea de su predecesor, George W. Bush, del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), del que se excluía a China para evitar que marcase los estándares en Asia. Washington quería imponer los suyos. En 2017, Donald Trump se salió del TPP, subrayando el giro hacia la desglobalización. Irónicamente EE UU, primera potencia del mundo, hoy no pinta nada en los dos mayores pactos comerciales en Asia-Pacífico.

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Cuando tome posesión, Joe Biden tendrá que recoger los platos rotos, reengancharse poco a poco a la comunidad internacional mientras gestiona la pandemia. En sus relaciones con China no veremos las salidas de tono de Trump, aunque seguirá mostrándose duro con Huawei, y Pekín lo sabe. De hecho, China espera que el RCEP le sirva para reducir su dependencia de los mercados y la tecnología occidental. Aunque eso lleve tiempo, les sobra paciencia.

¿Qué gana el resto del mundo con el RCEP? En primer lugar, que se impone el comercio sujeto a normas, el multilateralismo, la voluntad de reforzar las cadenas de valor. Además, puede acelerar la firma de otros tratados, como el acuerdo de inversiones que la UE tiene pendiente con China. Por eso Bruselas debe fijar estándares y ser firme. Y reforzar sus relaciones con Washington, que tras cuatro años de Trump están muy tocadas. En este tiempo China ha ganado terreno y credibilidad más allá de su territorio. Y en ningún momento ha necesitado plegarse a los criterios europeos ni estadounidenses.

@anafuentesf

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