Columna

Balcanismos

Para la mayoría de españoles, y una buena parte de europeos occidentales, la región sigue siendo percibida como exótica y desconocida, salvaje y melancólica, indómita y anclada en el pasado

Un hombre está sentado en la fortaleza de Kalemegdan, en Belgrado, Serbia, el pasado 19 de septiembre.MARKO DJURICA (Reuters)

Desde que terminó la guerra que desmembró la antigua Yugoslavia, la sombra vergonzante de la inutilidad comunitaria sigue flotando en la conciencia de la Unión Europea. Mientras, el conflicto entre Serbia y Kosovo va camino de la congelación y la eterna promesa de adhesión parece disolverse en el aire.

Al llegar al frente de la política exterior europea, Josep Borrell afirmó que los Balcanes occidentales serían una prioridad de su mandato. De hecho, poco después de asumir el cargo, viajaba a Pristina y a Belgrado. Esta misma semana, la Comisión Europea ha aprobado un plan económico y de...

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Desde que terminó la guerra que desmembró la antigua Yugoslavia, la sombra vergonzante de la inutilidad comunitaria sigue flotando en la conciencia de la Unión Europea. Mientras, el conflicto entre Serbia y Kosovo va camino de la congelación y la eterna promesa de adhesión parece disolverse en el aire.

Al llegar al frente de la política exterior europea, Josep Borrell afirmó que los Balcanes occidentales serían una prioridad de su mandato. De hecho, poco después de asumir el cargo, viajaba a Pristina y a Belgrado. Esta misma semana, la Comisión Europea ha aprobado un plan económico y de inversiones para apoyar la recuperación económica y la transición verde y ecológica de la región que prevé movilizar 9.000 millones de euros en los próximos años. A cambio, claro, la UE espera una serie de reformas fundamentales “en consonancia con los valores europeos”.

Con la excepción de algunos jóvenes que peregrinan cada año al festival de música electrónica Ultra Europe, en la ciudad croata de Split, para la mayoría de españoles, y una buena parte de europeos occidentales, sigue siendo una región exótica y desconocida, salvaje y melancólica, indómita y anclada en el pasado. Un lugar cargado de estereotipos.

En su recién publicado Balcanismos, Miguel Roán se ha propuesto desmontar tales estereotipos. Bárbaros, inhumanos, periféricos, yugo-eslavos, nostálgicos, estigmatizados, ideológicos, olvidados… son algunos de los términos que rastrea para explicar su porqué, para desmentirlos en cuanto falsean la realidad, y para alinearlos con las vivencias de todo ser humano. “Los Balcanes son suficientemente interesantes de por sí, vale con avanzar hacia la objetividad. No hay necesidad de recurrir a ningún tipo de exotismo impostado. Si los visitantes buscamos estereotipos, al final los terminamos encontrando”, afirma.

Roán lleva años tratando de acercar la región a un público en español a través de sus libros, sus charlas y sus artículos. En su obra se mezclan la experiencia personal, la observación cercana y el rigor histórico y crítico. Evoca la figura de los grandes viajeros y escritores anglosajones y franceses que han proyectado su visión del mundo por todos los rincones, pero aquí, ocupados como estamos en las más pequeñas cosas, sus adeptos forman un grupo minoritario, aunque siempre fiel.

Y no es el único. España cuenta con un conjunto de expertos y estudiosos de los Balcanes de primer nivel internacional. No en vano, fue allí donde tuvo lugar el bautizo de la actual presencia internacional de nuestro país, con el arranque de las misiones militares y la cooperación en el exterior. El que el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE sea un español debería ser una buena ocasión para darles la visibilidad y el papel en el debate sobre el futuro de la relación con la región que se merecen.

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