Columna

En la niebla

Confinado de nuevo, esta vez para sobrevivir, pienso limpiar mi mente estando durante quince días sin noticias; olvidaré el nombre de los políticos y en su lugar ocuparán mi pensamiento imágenes de dioses esculpidos por Fidias

En la imagen, la Gran Vía de Madrid el pasado marzo durante el confinamiento.Samuel Sánchez

Cuando al final del pasado invierno la peste estableció su reino entre nosotros, pese a tanta desventura en el campo se ondulaba el trigo recién germinado y en el viñedo despertaba la savia ajena a la tragedia. Durante la primavera fuimos confinados. En medio de la confusa niebla uno podía imaginar que ese trigo un día sería crujiente pan candeal y que en otoño llegaría el vino de estas cepas para brindar por nuestra victoria sobre la pandemia. Pero mientras el trigo se hacía harina y la uva maduraba, en verano celebramos fiestas desmadradas en honor a Baco, dios del botellón, y el virus como ...

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Cuando al final del pasado invierno la peste estableció su reino entre nosotros, pese a tanta desventura en el campo se ondulaba el trigo recién germinado y en el viñedo despertaba la savia ajena a la tragedia. Durante la primavera fuimos confinados. En medio de la confusa niebla uno podía imaginar que ese trigo un día sería crujiente pan candeal y que en otoño llegaría el vino de estas cepas para brindar por nuestra victoria sobre la pandemia. Pero mientras el trigo se hacía harina y la uva maduraba, en verano celebramos fiestas desmadradas en honor a Baco, dios del botellón, y el virus como venganza volvió a desbridar todos sus caballos. En las pestes medievales los clérigos se servían del pánico de la gente para afianzar su poder al atribuirlas a un castigo de Dios. También ahora el poder atribuye el rebrote del virus a nuestro mal comportamiento. Arrepentíos, malditos. En todo caso, por mi parte, confinado de nuevo, esta vez para sobrevivir pienso limpiar mi mente estando durante 15 días sin noticias; olvidaré el nombre de los políticos y en su lugar ocuparán mi pensamiento imágenes de dioses esculpidos por Fidias; cambiaré los salmos de Isaías por media docena de higos; recordaré a los amigos junto con el sonido de cigarras bajo la bruñida luz del estío; tendré una fe absoluta en que esa ola que me baña en esta orilla viene directamente del mar de Grecia a recordarme que estoy vivo todavía; la uva moscatel de esta vendimia dejará pringadas de azúcar algunas páginas de Homero; puede que algunos versos de Píndaro guarden un sabor a queso de cabra, mientras el aceite virgen de oliva resbalará sobre un pimiento asado con la suave cadencia de un hexámetro de Horacio. Solo añadiendo a esto una hogaza de pan de este año y el vino de esta cosecha 2020, el confinamiento alcanzará un valor universal bajo la niebla.

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