Valores o intereses
¿O acaso la fórmula debería ser ‘valores e intereses’?
Cuando aumenta la apuesta económica común de Europa (el plan de recuperación con eurobonos), crece la necesidad de su control democrático (Parlamento de Estrasburgo), y resurge el antiguo debate sobre la tensión entre los valores y los intereses: para todas las políticas, incluida en primer término la política exterior y de seguridad.
La progresiva transferencia del control democrático al nivel supranacional y el vigor del debate sobre los principios es hoy —junto al modelo social—, exclusiva seña de identidad europea, que la distingue de las propuestas iliberales occidentales (anglosa...
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Cuando aumenta la apuesta económica común de Europa (el plan de recuperación con eurobonos), crece la necesidad de su control democrático (Parlamento de Estrasburgo), y resurge el antiguo debate sobre la tensión entre los valores y los intereses: para todas las políticas, incluida en primer término la política exterior y de seguridad.
La progresiva transferencia del control democrático al nivel supranacional y el vigor del debate sobre los principios es hoy —junto al modelo social—, exclusiva seña de identidad europea, que la distingue de las propuestas iliberales occidentales (anglosajonas) y del modelo del capitalismo asiático (incluida su variante rusa). Los polos en liza son, en versión caricatura, el utopismo inoperante de las aspiraciones desprovistas de carnadura real y el arrastre en el fango inmediatista de lo inevitable. Y se plasman en opciones duales: poder blando frente a duro; diplomacia contra milicia; potencia normativa versus capacidad coercitiva; multilateralismo de alianzas contra imposición unilateral.
El retorno de este debate ha tenido estos días expresión feliz y feraz en sendos artículos para este diario del periodista Andrea Rizzi (Europa ante el espejo de Putin, el sábado); el historiador Orlando Figes (Volver a pensar el espíritu europeo, el domingo) y el economista Federico Steinberg (La UE en la geopolítica pospandemia, anteayer). Añadámosles una hipótesis sobre la especificidad del viejo continente en este dilema.
Mientras en EE UU los valores han primado en el progresismo; los intereses, en el conservadurismo. Este no ha dudado en utilizar el principio democrático, como coartada en favor del interés inmediatista y en modo doble vara de medir: lo que escandaliza de Cuba se aplaude a China.
En cambio, en Europa, valores e intereses son patrimonio (más) compartido. El arbitraje, la ponderación, el afán de perseguir a un tiempo valores e intereses en distintos grados lo es también de la derecha democrática. Angela Merkel patrocinó la acogida de la ola migratoria de 2015 desde el humanitarismo y la necesidad de mano de obra cualificada; su reciente respuesta económica a la recesión pandémica aunó solidaridad e instinto de supervivencia; la presión diplomática (y amenaza de sanciones a Putin por el acoso al opositor Alexéi Navalni) no obliga a deshacer un gasoducto de interés estratégico para la población (y triste provecho privado de un excanciller). Valores o intereses. ¿O acaso la fórmula debería ser valores e intereses?