Columna

Batacazos anglosajones

Sanitaria y económicamente, tanto el Reino Unido como Estados Unidos han salido especialmente mal parados con la pandemia

Boris Johnson durante su visita al colegio Castle Rock, en Coalville, el 26 de agosto.JACK HILL (AFP)

La ciudadanía no siempre evalúa a sus dirigentes por los efectos de su gestión. Muchas veces lo hace en función de las expectativas que estos le habían suscitado: por la distancia entre las promesas lanzadas y las realidades resultantes. Quien mejor formuló esta ecuación, en negativo, o sea, poniendo las expectativas por los suelos, fue Winston Churchill al asegurar reiteradamente a los británicos: “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Por eso sus victorias contra el Tercer Reich (aunque no pudo gozar de la final) adquirían más relevancia.

Los actuales di...

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La ciudadanía no siempre evalúa a sus dirigentes por los efectos de su gestión. Muchas veces lo hace en función de las expectativas que estos le habían suscitado: por la distancia entre las promesas lanzadas y las realidades resultantes. Quien mejor formuló esta ecuación, en negativo, o sea, poniendo las expectativas por los suelos, fue Winston Churchill al asegurar reiteradamente a los británicos: “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Por eso sus victorias contra el Tercer Reich (aunque no pudo gozar de la final) adquirían más relevancia.

Los actuales dirigentes populistas anglosajones, Donald Trump y Boris Johnson, realizaron enfáticas promesas antes de acceder al poder, pespuntearon un horizonte glorioso y levantaron muchas ilusiones a sectores concretos, como las capas populares víctimas de la desindustrialización, del cambio tecnológico o de la deslocalización: decisivas, pues solían ser clientes de los demócratas, en EE UU, o de los laboristas, en Reino Unido.

Las propuestas de Trump y Johnson se articularon en un triángulo muy elemental (y eficaz en tiempos de turbación): nacionalismo ultra (America First; recuperar la soberanía); protección económica (de nuevos aranceles a rutilantes planes de infraestructuras) y unilateralismo: ruptura con los organismos multilaterales como la OMC, marcha atrás en el impuesto digital de la OCDE, en EE UU; tautologías johnsonianas del tipo Get Brexit done (culminemos el Brexit), la apoteosis de aquel Brexit significa Brexit que acuñó su antecesora, Theresa May.

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Tanta promesa de plenitud nacional, de mejora histórica y de bienestar a raudales se ha pegado un enorme batacazo con ocasión de la pandemia. Sanitariamente, EE UU es líder mundial en número de personas afectadas por la covid-19; y Reino Unido, el tercero, tras Perú y Bélgica, en número de fallecidos.

Económicamente, Gran Bretaña ha sido el país europeo más castigado por la recesión (un desplome del PIB del 20,4% en el segundo trimestre). Y EE UU, aunque en el segundo trimestre solo cayó un 9,5% sobre el primero, lo hizo un 32,9% sobre igual periodo de 2019, el baremo más seguido allá.

Y aunque todo desfallecido puede recuperarse y algunos exhiben más vidas que un gato, ese contraste entre deseo y realidad siempre castiga. Es lo que más debilita la reelección de Trump en noviembre. Y lo que fragiliza a Johnson en su última negociación con la Unión Europea. Atentos a cada nuevo episodio.

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