Columna

Satán y John Ford

Ser estatua o ser película en estos tiempos de corrección política resulta peligroso

El monumento al Ángel Caído del parque del Retiro en Madrid.Alberto Manuel Urosa Toledano

Ser estatua o ser película en estos tiempos de corrección política resulta peligroso. En cualquiera de los dos casos, puede surgir alguien que dictamine, sin que haya apenas capacidad de defensa, si hay que rodar por el suelo en el caso de las primeras o bien ocupar, en el segundo de los casos, un lugar preferente en las estanterías de lo que no se puede ver.

A este encomiable trabajo se han entregado con una entereza envidiable miles de personas cuando se habla de estatuas, y personalidades relevantes cuando se habla de películas.

Lo malo del asunto es que esos movimientos se pa...

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Ser estatua o ser película en estos tiempos de corrección política resulta peligroso. En cualquiera de los dos casos, puede surgir alguien que dictamine, sin que haya apenas capacidad de defensa, si hay que rodar por el suelo en el caso de las primeras o bien ocupar, en el segundo de los casos, un lugar preferente en las estanterías de lo que no se puede ver.

A este encomiable trabajo se han entregado con una entereza envidiable miles de personas cuando se habla de estatuas, y personalidades relevantes cuando se habla de películas.

Lo malo del asunto es que esos movimientos se parecen demasiado a la censura. Y es muy difícil acertar todas las veces, señalar con precisión de qué lado se está en cada una de las situaciones. Por ejemplo, yo estoy a favor de que se quiten todas las de Franco, y también de que los belgas le retiren los honores estatuarios al salvaje de su extinto rey Leopoldo.

Pero no tengo claro que Cristóbal Colón o fray Junípero Serra fueran más racistas que sus coetáneos y merezcan, ahora, que sus representaciones en bronce sufran destinos como los que han recibido en California.

Por fortuna para mí, las furiosas acometidas de los nuevos representantes de la corrección actual no han reparado todavía en dos de mis piezas favoritas: la estatua a Satán que está en pleno Retiro madrileño, obra de Ricardo Bellver, y una película de John Ford, El hombre tranquilo. Satán, como todo el mundo sabe, tiene que ser el inspirador de cualquier desviación humana, y John Ford es uno de los mayores representantes del machismo en el mundo del cine.

De Satán no hay que hablar demasiado porque ya está casi todo dicho, aunque hay que advertir a las huestes neoinquisitoriales que el personaje hecho estatua logró salir con bien de 40 años de franquismo, y que, además, no solo inspira pecados “progres”, como la lujuria, sino otros como el machismo o el racismo.

Sobre John Ford lo tengo más complicado. La misma persona que ha vetado la emisión de la insufrible Lo que el viento se llevó podría hacer lo mismo con la de John Wayne y Maureen O’Hara. Y tendría argumentos de parecida solidez para hacerlo.

Pero he pasado mil veces por debajo de Satán en el Retiro y he visto no menos de cien la peli de Ford. Y no soy más machista que antes. Creo.

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